Primeros pasos de la energía solar en Argentina. Análisis socio-técnico de proyectos y experiencias entre 1970 y 1990

Por: María Fernández Vicente

Resumen

Con la crisis energética mundial de 1973 la búsqueda de nuevas fuentes de energía se convirtió en un problema prioritario para la mayoría de las naciones del mundo. De este modo, el desarrollo de energías renovables no convencionales se incorporó de lleno en la agenda pública en diferentes países de América Latina, en la que se destaca la energía solar. Aunque las referencias del desarrollo de la energía solar en Argentina pueden rastrearse desde mediados de la década de 1950, fue a partir de la década de 1970 que se consolida a partir de la creación de la Asociación Argentina de Energía Solar (ASADES) en 1974. Asimismo, durante la década de 1980 surgieron las primeras políticas nacionales orientadas a promover el desarrollo de la energía solar que le dieron un nuevo impulso a este campo. El objetivo de este trabajo es analizar las experiencias de investigación y desarrollo en el campo de la energía solar que tuvieron lugar en Argentina entre 1970 y 1990. Para ello se propone realizar una reconstrucción de la trayectoria de las diferentes experiencias, proyectos y políticas públicas desarrolladas en Argentina asociados al desarrollo e implementación de la energía solar.

Palabras clave: energía solar, historia de la tecnología, instituciones científicas

Introducción

Con la crisis energética mundial de 1973, provocada por un salto en los precios internacionales del petróleo, la búsqueda de nuevas fuentes de energía, se convirtió en un problema prioritario para la mayoría de las naciones del mundo. Esto hizo incrementar el interés en la investigación de combustibles y energías alternativas tales como la tecnología de la célula de combustible, del hidrógeno, del metanol, del biocombustible, de la energía solar, de la energía de las mareas y de la energía eólica.

A comienzos de la década de 1970, en el marco del contexto internacional ya comentado, comienzan a desarrollarse en el país diferentes iniciativas para el desarrollo de las energías renovables como la construcción de prototipos de aerogeneradores (Garrido y Ruggeri, 2024) y la producción de bioetanol para el reemplazo de combustibles fósiles con el plan Alconafta (Anschau et al., 2009). Sin embargo, estos proyectos no tuvieron continuidad en el tiempo y tardaron mucho tiempo en alcanzar algún nivel de institucionalización. Caso diferente fue el de la energía solar, que alcanzó un rápido proceso de institucionalización que le permitió contar con centros y grupos de investigación especializados de forma muy temprana, una asociación nacional y la realización de un congreso periódico desde mediados de esa década.

A pesar de esta trayectoria de más de 50 años de investigación y experimentación en energía solar en Argentina, todavía es un tema poco sistematizado a partir de estudios socio-históricos. El objetivo de este trabajo es analizar las experiencias de investigación y desarrollo en el campo de la energía solar que tuvieron lugar en Argentina entre 1970 y 1990. Para ello se propone realizar una reconstrucción de la trayectoria de las diferentes experiencias, proyectos y políticas públicas desarrolladas en Argentina, asociados al desarrollo e implementación de la energía solar en el período analizado.

Estado de la cuestión

El desarrollo de energías renovables es una temática poco analizada por las ciencias sociales a nivel internacional. Gran parte de la producción académica de los países desarrollados está planteada desde perspectivas como los sistemas de innovación y la teoría de las transiciones (Geels y Schot, 2007). De este modo, la mayoría de los trabajos fueron producidos a partir de la idea de transición energética como eje rector para sus investigaciones. Recién en los últimos años aparecieron algunos trabajos que analizan casos de desarrollo tecnológico para el aprovechamiento de la energía solar. Por ejemplo, se puede destacar el dossier coordinado por Nelson Arellano-Escudero en el volumen 27 del Journal of the International Committee for the History of Technology publicado en 2022 que incluyó diferentes trabajos históricos sobre Perú (Amaya, 2022), Chile (López, 2022) y África occidental (Gecit, 2022).

En el caso de Argentina, las investigaciones y desarrollo tecnológico en energía solar tienen una larga trayectoria. Las referencias de su desarrollo en Argentina pueden rastrearse desde mediados de la década de 1950 (Meinel et al., 1982). Parte de esta trayectoria fue analizada a través de diferentes trabajos desarrollados por diferentes especialistas del propio campo. Luis Saravia es uno de ellos, quien realizó una reconstrucción de la investigación sobre energía solar en la Argentina (en la que tuvo un rol protagónico), partiendo de los grupos que han contribuido al desarrollo de esta tecnología (Saravia, 2007). Otro ejemplo es la reconstrucción que realizó Jaime Moragues en tono autobiográfico (Moragues, 2019) o poniendo el acento en la implementación de políticas públicas (2017). Asimismo, se puede sumar la reseña histórica de la medición de radiación solar en Argentina realizada por Hugo Grossi Gallegos, uno de sus principales protagonistas (Grossi Gallegos, 2020).

Primeros pasos en el desarrollo de la energía solar en Argentina (1968-1977)

En la década de 1950 se consolidaron en la Argentina las bases jurídicas e institucionales de lo que algunos autores han denominado un “complejo científico y tecnológico” (Oteiza, 1992) al mismo tiempo que aparecieron reflexiones sobre las políticas públicas orientadas a incidir en el curso de estas actividades (Hurtado, 2010). La investigación científica en energía solar fue desarrollada muy tempranamente a partir de un proceso que se vincula directamente con la historia del sistema científico-tecnológico en Argentina.

Uno de los primeros pasos firmes en esta trayectoria fue la creación en 1968 de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos (CNEGH), financiada por el Estado, que promovía investigaciones interdisciplinarias orientadas a problemas de desarrollo regional[1]. En términos formales, la CNEGH fue pensada como una continuación de la Comisión Nacional del Año del Sol Quieto que había sido creada para estudiar los efectos del fenómeno de un intervalo entre el 1º de abril de 1964 y hasta el 31 de diciembre de 1965 en el que se experimentó un mínimo de actividad solar (Decreto 5532/63)[2]. La CNEGH, fue formalizada a través de la ley 18.480 por la cual se institucionalizaba a su antecesora, pero ampliaba sus competencias y funciones debido a que se agregó la organización, promoción y ejecución de investigaciones, mediante la simple inclusión de algo tan ambiguo como las “ciencias conexas”. En el área de su competencia, la CNEGH se propuso alcanzar un alto nivel de capacitación e innovación tecnológica, potencialmente transferibles al área industrial y económica.

La CNEGH tuvo tres centros entre los que se destacaba el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel, que pertenecía a los jesuitas y estaba ubicado en el Colegio Máximo de la localidad bonaerense de San Miguel. Cuando se incorporó a la CNEGH fue nacionalizado y transformado en un centro piloto de la Comisión pasando a denominarse Observatorio Nacional de Física Cósmica de San Miguel (ONFCSM). La CNEGH destinó a este centro numerosos investigadores, en general con orientación tecnológica, a los que dotó de una fuerte inversión en equipamiento e impulsó los trabajos de solarimetría. Poco después agregó la puesta en marcha de dos centros de investigación ubicados en lugares carentes de infraestructura científica, acompañando de este modo la política de “polos de desarrollo” que era típica de la época. Así comenzaron el Observatorio Nacional de La Rioja y el Centro Nacional Patagónico. De este modo, el CNEGH se presentaba como un contraejemplo del CONICET que representaba un modelo “cientificista” muy diferente al modelo desarrollista que se aspiraba a impulsar desde la CNEGH (Albornoz, 2016).

El primer presidente de la CNEGH fue el Dr. Mariano Castex, un sacerdote jesuita que era asesor de Juan Carlos Onganía y, según sus propias palabras, fue él mismo quien le propuso a Onganía la creación de la comisión. Según Castex, el objetivo de la propuesta era aprovechar la infraestructura disponible en el Observatorio de San Miguel y radicar en ese sitio a algunos científicos que habían renunciado luego de la noche de los bastones largos de 1966[3]. Así la CNEGH incorporó investigadores que habían renunciado en ese entonces y además se incorporaron grupos de investigadores con una amplitud ideológica infrecuente en la época (Aguirre, 2013).

De acuerdo al “Programa científico y cultural” del ONFCSM publicado en 1970, las actividades de investigación desarrolladas en el centro piloto, fueron organizadas en siete departamentos de los cuales cuatro estaban especializados en estudios solares (Radio Heliografía, Óptica Solar, Radiación Solar y Biogeoheliofísica). A esta organización inicial se sumaron seis departamentos más entre los que se encontraba uno especializado en energía solar (Aguirre, 2013). De este modo, el ONFCSM se convirtió en el primer centro de referencia en estudios sobre energía solar en Argentina, aunque todavía con una fuerte impronta de las investigaciones astronómicas y de radiación solar. En esta última línea de investigación, comenzó a gestarse la idea de una Red de Relevamiento de solarimetría, equipada con instrumental confiable y de bajo costo, que redujera la intervención humana en la adquisición y procesamiento de los datos, proyecto que se presentó a consideración de la Organización de Estados Americanos (OEA) para obtener financiación. Así entonces el Programa Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico de la OEA aprobó el “Proyecto Especial Nº 10: Aprovechamiento de la Energía Solar” y dentro de él, al Proyecto de Relevamiento Solarimétrico (cabe acotar que esta Organización lo apoyó a lo largo de 10 años) (Grossi Gallegos, 2020).

La relevancia de este centro fue reafirmada en 1974 cuando se realizó en el ONFCSM la escuela para jóvenes astrónomos y científicos latinoamericanos en el área de la física solar con el auspicio de la International Astronomical Union (IAU), UNESCO y la CNEGH. En el marco de este encuentro se brindaron diferentes cursos dictados por profesores extranjeros invitados junto a investigadores radicados en el ONFCSM (Informe Final de la Escuela IAU-UNESCO-CNEGH para jóvenes astrónomos y científicos latinoamericanos en el área de la física solar, 1974). Entre los participantes de la escuela realizada en 1974, se destaca un grupo de jóvenes investigadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que habían impulsado la creación de un proyecto específico de energía solar dentro de la institución un año antes (Moragues, 2019).

En 1976, la CNEA institucionalizó la investigación en energía solar en el organismo a partir de la creación del Departamento de Energía Solar en las instalaciones del Centro Atómico Constituyentes (CAC). Aunque las investigaciones se concentraron en el estudio del uso de concentradores de energía solar para la generación de electricidad y en la conversión fotovoltaica, en sus comienzos se trabajó en un proyecto de calentamiento de agua con esta fuente energética para el tratamiento de minerales de uranio en Mendoza (Moragues, 2019).

En paralelo, la investigación en energía solar tuvo otros dos polos desarrollo en el interior del país. Uno de ellos fue el grupo de trabajo e investigación en energía solar de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), conformado en 1974 que comenzó con la experimentación en pozas solares en los salares ubicados en la puna salteña (Bruné et al, 1976). El otro caso fue el Laboratorio de Energía Solar (LES), creado en 1975 en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Sus primeras actividades estuvieron orientadas al diseño y desarrollo de artefactos basados en energía solar térmica como colectores planos para calentamiento de agua a nivel domiciliario (Fasulo y Follari, 1998).

El temprano nivel de institucionalización del campo de la energía solar en Argentina queda evidenciado en la conformación de la Asociación Argentina de Energía Solar (ASADES) en 1974. Esta asociación fue una iniciativa de algunos participantes del ya mencionado encuentro internacional realizado en el ONFCSM ese año. ASADES se propuso como el punto de partida formal del campo de la energía solar en el país a partir de dos premisas: «el estudio y la aplicación de la Energía Solar constituye un caso indispensable para el progreso económico y social del país” y «la necesidad de crear una entidad a nivel nacional que agrupe a todas vinculadas al campo de la enseñanza, investigación y aplicación de la Energía Solar» (Ledesma et al., 1999).

En esta primera etapa, ASADES fue conducida por Jaime Moragues de la CNEA como presidente y Alfredo Raffaelli de la CNEGH como vice. De este modo, ambas instituciones se consolidaron como los principales centros especializados en la materia del país (Moragues, 2019). Asimismo, ASADES tuvo como principal actividad la organización de reuniones científicas periódicas que año a año fueron sumando grupos de trabajo de diferentes instituciones de todo el país.

Finalmente, un último paso en el proceso de consolidación del campo de la energía solar en Argentina fue el impulso de políticas públicas específicas. Durante 1975, se realizó en Vaquerías, provincia de Córdoba, organizada por la CNEGH, la primera reunión de planificación donde se propusieron las pautas de programación para el desarrollo de las investigaciones en distintos sectores del aprovechamiento de la energía solar[4]. Estas pautas sirvieron de base para la elaboración del Plan Nacional de Energía Solar (PNES) que fue desarrollado por investigadores de la misma comisión en 1977. Ese documento fue entregado para su consideración a la Secretaría de Estado de Ciencia y Tecnología (SECyT) que lo aprobó e incorporó dentro del recientemente creado Programa Nacional de Energía No Convencional (Wuthenau, 1977)[5].

Así entonces, es importante reconocer en este primer período una fuerte institucionalización de los grupos de estudios que se dedicaban a la energía solar, y por consiguiente una mayor proliferación en investigaciones. Asimismo, se puede observar que el perfil de las instituciones y proyectos impulsados en esta primera etapa estaban específicamente orientados al desarrollo tecnológico y productivo. Sin embargo, en el caso concreto de la CNEGH este perfil no logró desarrollarse claramente ya que las principales investigaciones seguían focalizadas en estudios de radiación solar y observaciones astronómicas.

Segunda etapa: Consolidación institucional y políticas públicas (1977-1985)

A partir de 1977 se puede definir que comienza una nueva etapa del desarrollo del campo de la energía solar en Argentina. Entre los elementos distintivos de este nuevo período se destaca la puesta en marcha del PNES (como parte del ya mencionado Programa Nacional de Energía No Convencional) bajo la órbita de la SECyT con presupuesto propio y un comité coordinador conformado por representantes de los grupos de investigación dedicados al tema (Scheuer y Moragues, 1982).

Una particularidad que tenía el PNES, es que no se reducía al impulso de la investigación científica, sino también a la generación de capacidades tecnológicas para fabricación de equipos e instalaciones solares por parte del sector productivo. Asimismo, el PNES proponía el establecimiento de líneas prioritarias a partir del reconocimiento de restricciones presupuestarias y la determinación la relevancia social de algunos desarrollos como el uso de energía solar en viviendas de interés social, por ejemplo (Wuthenau, 1977).

A partir de su puesta en marcha, el programa tuvo entre sus principales funciones la evaluación (a través de su comité asesor) y financiación de proyectos de desarrollo de energías renovables, entre los que se destacaban los vinculados a energía solar. Es así que entre 1977 y 1981 se presentaron 254 proyectos, de los cuales fueron aprobados y financiados 141 (75 de ellos relacionados a energía solar). Un aspecto relevante para considerar de este proceso es el significativo aumento en el número de proyectos presentados cada año ya que mientras que en 1977 y 1978 se presentaron 25 proyectos por año, esta cifra se elevó a 79 en 1980 y 80 en 1981 (Scheuer y Moragues, 1982).

Este crecimiento experimentado por la energía solar, se producía al mismo tiempo que el mismo estado nacional intervenía la institución que había impulsado buena parte de este crecimiento: la CNEGH. A poco tiempo de haber tomado el poder en 1976, la dictadura militar intervino la institución y la terminó disolviendo dos años después en 1978. El personal y los bienes muebles e inmuebles fueron transferidos a la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE)[6]. El ONFCSM pasó a depender de la Fuerza Aérea Argentina con la denominación inicial de Centro Espacial San Miguel (CESM) y, más tarde, Centro de Investigaciones San Miguel (CISM). Aunque parte de los grupos de investigación continuaron sus actividades, muchos otros fueron cesanteados, con lo que se perdió gran parte de los datos recopilados por el ONFCSM (Grossi Gallegos, 2020).

La disolución de la CNEGH, provocó una reestructuración importante de los equipos y el trabajo de investigación dentro de la estructura de la CNIE. En particular, se observa cómo la actividad se focaliza en dos líneas de investigación: la construcción de la Red Solarimétrica nacional y la evaluación de equipos de energía solar térmica (en particular, calentamiento de agua).

En relación a la Red Solarimétrica, en noviembre de 1978 se inició la instalación de las estaciones del Noroeste Argentino a cargo de la CNIE que mantuvo los planes originales del proyecto desarrollado por los equipos de la disuelta CNEGH (Grossi Gallegos, 2020). La evaluación de equipos de energía solar térmica fue impulsada a través de la puesta en funcionamiento de un banco de pruebas para colectores solares en el predio de la CNIE en San Miguel. Los equipos que fueron evaluados, eran fabricados por empresas locales que formaban parte de un nuevo sector industrial dedicado al desarrollo de tecnologías para el aprovechamiento de energía solar térmica. Durante esta etapa se pueden identificar casi una decena de empresas especializadas en la fabricación de colectores solares (Scheuer y Moragues, 1982).

En ese entonces, alrededor de media docena de empresas privadas fabricaban y comercializaban colectores planos para calentamiento de agua en diversos puntos del país. Por otra parte, alrededor de 10 empresas proveían paneles fotovoltaicos importados y los dispositivos adicionales requeridos para conformar sistemas. Dichas empresas pertenecientes al área de industria y comercialización eran miembros de la Cámara Argentina de Energía Solar y No Convencional (CAENCO). Asimismo, la Subsecretaría de Ciencia y Tecnología organizó en esos años, con apreciable repercusión, dos jornadas de intercambio técnico-empresario (Scheuer y Moragues, 1982).

La vinculación con el sector productivo también fue impulsada por el grupo de energía solar de la Universidad Nacional de Salta. En 1980, se inició un proyecto experimental a partir de la construcción de una poza solar de 400 m2 en colaboración con una empresa minera en la localidad de San Antonio de los Cobres (Belmonte, 2016). Ese grupo de trabajo fue la base con la que se conformó el Instituto de Investigación en Energías No Convencionales (INENCO) a partir de 1980. Esta institución surgió de un convenio entre la Universidad Nacional de Salta y el CONICET. Entre sus fines esenciales se incluían: desarrollar tareas de investigación científica y de innovación tecnológica en los campos de las Energías Alternativas, del Ambiente y la Eficiencia Energética; formar investigadores científicos y tecnológicos de alta calificación; realizar actividades de desarrollo, de transferencia de tecnología y de asistencia técnica al medio; y promover el mejoramiento de la calidad de la enseñanza en los distintos niveles por medio de un desarrollo integral de sus fundamentos científicos, tecnológicos y humanísticos (Belmonte, 2016).

De esta manera, en este período hubo una importante diferencia respecto a los propósitos de la investigación en sí misma. Esta etapa estuvo marcada por una búsqueda de transferencia de los conocimientos hacia el sector productivo que puede verse con creación de la red de solarimetría con fines a aportar datos a los productores, el banco de pruebas y la investigación y puesta en marcha de la fabricación de calefones solares. Asimismo, durante este período se mantuvo en vigencia una política pública específica para el desarrollo del campo de la energía solar con financiamiento de proyectos.

Tercera etapa: Nuevo intento institucionalizador y declive parcial (1985-1991)

Aunque el Programa Nacional de Energía No Convencional, se mantuvo vigente con la recuperación de la democracia en 1983, el nuevo gobierno de Raúl Alfonsín impulsó una nueva política pública orientada a promover el desarrollo de las energías renovables en general y la solar en particular. En 1985, a través del decreto 2247/85, se creó el Programa de Uso Racional de la Energía. A diferencia del mencionado Programa Nacional de Energía No Convencional de 1977, la nueva política fue impulsada desde la Secretaría de Energía dependiente del Ministerio de Economía.

Los fundamentos del Programa de Uso Racional de la Energía se basaban en los siguientes aspectos: la relevancia de las funciones de un Estado moderno y el impacto de las políticas energéticas; la necesidad del trabajo simultáneo sobre la oferta y demanda de energía para garantizar un adecuado suministro; la experiencia de las crisis energéticas mundiales del petróleo en 1973 y 1979; la creciente intensidad energética; y asegurar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida. Dicho programa incluía a su vez tres sub-programas: a) Conservación de la energía; b) Sustitución de combustibles; y c) Evaluación, desarrollo y aplicación de nuevas fuentes de energía.

Específicamente, el subprograma de evaluación, desarrollo y aplicación de nuevas fuentes de energía tenía como objetivo “proveer de energía a regiones del país actualmente carenciadas mediante la aplicación de tecnologías probadas; reemplazar, cuando ello sea factible y conveniente, el uso de combustibles fósiles por fuentes energéticas no convencionales; y mejorar la recuperación de combustibles fósiles de yacimientos agotados según las técnicas convencionales” (Decreto 2247/85).

Respecto a la energía solar en particular, el programa plantea una serie de acciones a desarrollar: “constituir uno o más Centros para la Aplicación de la Energía Solar que tendrán como misión fundamental, además de la formación de recursos humanos, prestar a todo el país el asesoramiento técnico que se les requiera en las distintas tecnologías que hacen a la utilización de este recurso energético y la preparación de proyectos específicos para la introducción de nuevas tecnologías; continuar con la evaluación del recurso, ya iniciado con la instalación de la Red Solarimétrica, a fin de brindar el máximo apoyo de base para instalaciones de diversos tipos; incentivar el uso de aquellas técnicas que hacen al aprovechamiento calórico de la Energía Solar y que ya se encuentran disponibles en la industria nacional como el calentamiento de agua y secado de productos agrícolas; propiciar el uso de sistemas pasivos y activos para el acondicionamiento térmico de vivienda, promoviendo la incorporación a los códigos de edificación de normas obligatorias que lo hagan posible; determinar la factibilidad técnica y económica de utilización de sistemas fotovoltaicos para generación eléctrica tanto en lugares aislados como conectados a redes de distribución” (Decreto 2247/85).

Como fue señalado anteriormente, uno de los objetivos del programa era creación de Centros Regionales. Varios centros fueron creados, entre ellos: el Centro Regional de Energía Solar (CRES) en la Provincia de Salta, del que más tarde sería director Luis Saravia. La ley provincial Nº 6442/87 establecía la creación del centro detallando: “Son funciones del Centro: a) Brindar asesoramiento técnico especializado a las provincias que lo requieran, a la Secretaría y a la SECYT. b) Realizar por sí o por terceros, estudios conducentes a determinar las posibilidades de aplicación de esta fuente energética. c) Promover las tareas de investigación y desarrollo de tecnologías de aprovechamiento de energía solar de interés regional. d) Cooperar con las provincias en la instalación y seguimientos de los proyectos que se construyan. e) Organizar y cooperar en el dictado de seminarios y cursos de capacitación de profesionales y técnicos en la especialidad. f) Establecer procedimientos adecuados de transferencia tecnológica. g) Mantener un banco de información actualizado en materia de usos de la energía solar que sean de interés para la región. h) Establecer relaciones e intercambio de información con las entidades nacionales e internacionales que trabajen en el tema. i) Ser un centro activo de difusión y promoción de las aplicaciones de esta tecnología” (Ley Provincial 6442/87).

En términos generales, el Programa no tuvo el impacto y el grado de consistencia deseado en cuanto al grado de cumplimiento de objetivos y lo mismo ocurrió con el CRES de Salta. La única iniciativa que se llegó a concretar fue la instalación de equipos fotovoltaicos en la puna salteña. La inestabilidad macroeconómica que sufrió el país a partir del mismo año de creación del centro y las consecuentes restricciones presupuestarias/financieras del Estado condicionaron la implementación de Programas. El período de aplicación de los proyectos no resultó compatible con el plazo de maduración de los mismos, ya que en 1989 los programas finalizaron y no tuvieron la permanencia suficiente (Bouille, 1999). Finalmente, en 1989, el CRES dejó de funcionar, aunque el INENCO mantiene vigentes las pocas iniciativas impulsadas.

En relación a la Red Solarimétrica hubo dificultades de diferente tipo, tanto financieras como institucionales (restricción de fondos por parte de la CNIE, cese del apoyo de la SECYT, falta de pago de Argentina de su cuota a la OEA produciendo el abandono del proyecto y, finalmente, disolución de la CNIE en mayo de 1991), llevaron a que el número de estaciones de medición en operación se viera drásticamente reducido (Grossi Gallegos, 2020).

Con el cambio de gobierno en 1989 se llevó a cabo la implementación de una política económica basada en la apertura económica, la desregulación estatal y las privatizaciones. A diferencia de lo ocurrido en la década de 1980 con la creación de programas nacionales para sectores específicos, un rasgo general de la política científica y tecnológica de la década de 1990 fue su carácter horizontal y un mayor protagonismo de los mecanismos de mercado a la hora de asignar los recursos (Dagnino y Thomas, 2000). Se cierra así entonces este ciclo de auge en la investigación y el desarrollo de la tecnología en materia de energía solar debido a que la situación a nivel nacional lleva a un desfinanciamiento y posterior cierre de la mayoría de los centros de investigación, tales como el CNIE (que pertenecía a la Fuerza Aérea), el cual fue sustituido por la CONAE que dependería directa y exclusivamente de la Presidencia de la Nación. Finalmente, en 1992 se cierra definitivamente el Programa Nacional de Investigaciones en Energía No Convencional luego de 13 años de vigencia[7].

Conclusiones

La investigación en materia de energías renovables y por consiguiente en la energía solar tuvo como disparador la crisis del petróleo en 1973, aunque podemos reconocer en Argentina un desarrollo temprano en materia de energía solar. Los primeros pasos se dieron en instituciones que trabajaban con la astrofísica en particular, tales como la CNEGH y la CNEA, dichas instituciones fueron creadas en un contexto de fuerte impulso a la industrialización por sustitución de importaciones y fueron concebidas como las instituciones que debía centralizar la política de un sector estratégico y como motor del desarrollo y modernización productiva. Esta concepción de la importancia en la investigación y el desarrollo tecnológico, fue expresada por los planes e iniciativas impulsadas a lo largo del primer periodo. Sin embargo, fue recién a partir de la segunda etapa a partir de 1977 que este perfil logró desarrollarse. Se reconoce así entonces en el segundo período una transferencia de las investigaciones sobre materia en energía solar hacia los sectores productivos. A su vez, el accionar de las diferentes instituciones llevó a que el Estado incorporara en su agenda el desarrollo en investigación de energías renovables, dando origen a diferentes planes nacionales. Así entonces, podemos reconocer en Argentina, un grado de formalización sobre el estudio de la energía solar más temprana, que logró tomar impulso a partir de un proceso de co-construcción entre la situación geopolítica de la primera mitad de la década de 1970, el debate sobre el perfil de la política científica en Argentina, y las capacidades acumuladas en el campo de los estudios en radiación solar generados en el marco proyectos de cooperación internacional. Del mismo modo, el declive experimentado a finales de la década de 1980 estuvo asociado a los problemas económicos del período que hicieron imposible que se sostengan en el tiempo.

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[1] Un antecedente a estas primeras experiencias, son las primeras mediciones de la irradiancia solar en la década de 1940 con piranógrafos bimetálicos fabricados por la empresa FUESS en unas veinte estaciones, incluyendo la del Observatorio Central de Buenos Aires (Grossi Gallegos, 2020).

[2] Esta comisión coordinaba la actividad científica de 17 observatorios y centros de investigación. Su continuidad fue pensada para realizar estudios en el período 1968-1969 (año de máxima actividad solar).

[3] Castex se refiere a este hecho con el eufemismo “sucesos universitarios de 1966”

[4] Este encuentro es considerado como la primera reunión de ASADES. Es por ello, que el congreso realizado en Salta en 1976 es denominado como la segunda reunión de energía solar de la asociación.

[5] Este programa coordinó las tareas que se realizaron en los campos de energía solar, eólica y biomasa, contando con un Comité Asesor formado por profesionales idóneos en estas disciplinas.

[6] La Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) fue fundada en 1960 en el ámbito de la Secretaría de Aeronáutica y estuvo orientada al desarrollo de actividades en el sector aeroespacial.

[7] En su reemplazo, se creó el Programa Nacional Prioritario de Medio Ambiente y Recursos Naturales bajo la órbita de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (Moragues, 2017).

[I] María Fernández Vicente: Profesora de Historia (UNQ). Becaria Doctoral del CONICET en el Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología (IESCT-UNQ).