La Universidad Femenina y la Universidad Popular de Quilmes en la década de 1930

Por: Matías Leandro Villalba

Resumen

Este ensayo estudia el surgimiento y características de dos instituciones educativas impulsadas por la sociedad civil quilmeña: la Universidad Femenina (1932-1943) y la Universidad Popular (1938-1945). Su objetivo era fomentar la inserción laboral y el conocimiento cultural de la comunidad quilmeña en el período comprendido entre el quiebre institucional producido por el Golpe de Estado de 1930 y las vísperas de la llegada al poder del peronismo en 1945. A través del análisis del contexto sociocultural y educativo, se interpretará acerca de la construcción de factores ideológicos y culturales que influyeron -como parte del clima de época- sobre la educación de adultos en nuestro país. De esta manera, se indaga sobre el vínculo de este contexto político-ideológico y cultural, con las instituciones quilmeñas mencionadas, analizando su origen, organización y objetivos, así como su relación con los intereses de las llamadas Universidades Populares (en adelante UU.PP.).

Palabras clave: educación, cultura, Universidad Popular

Introducción

Esta investigación forma parte de una tesis de la Licenciatura en Historia (UNQ), titulada «Universidad Femenina y Universidad Popular de Quilmes: un análisis sobre su inserción en el campo de la cultura en Quilmes (Buenos Aires, 1932-1945)». Su objetivo general es interpretar el contexto sociocultural y educativo de Quilmes entre 1932 y 1945 por medio del rol de dos instituciones educativas impulsadas por sectores de la sociedad civil: la Universidad Femenina (1932-1943) y la Universidad Popular (1938-1945). Se ha señalado qué en la historia argentina la pedagogía no logró integrar al individuo en la relación entre educación y trabajo debido a una configuración cultural que dificultó estrategias educativas innovadoras (Puiggrós, 1992), mientras que María Y. Valle (2017) destaca cómo, desde principios del siglo XX, los sectores populares comenzaron a articular demandas educativas al Estado, promoviendo bibliotecas y cursos accesibles al pueblo. Este antecedente permite pensar que, para el período estudiado, existía un interés consolidado en espacios educativos alternativos.

La educación de adultos ha sido una preocupación recurrente en distintos períodos políticos, impulsada tanto por el Estado como por asociaciones civiles de carácter cultural y partidario. Autores como Lidia Rodríguez (1992) y Alejandro Herrero (2019) vinculan esta modalidad educativa con las demandas laborales y sus formas organizativas. Herrero señala que en 1901 el Consejo Nacional de Educación (en adelante CNE) reglamentó la enseñanza para adultos a través de las Sociedades Populares de Educación (SPE), modelo que, hacia 1930, se había extendido en la Capital Federal y en diversos partidos bonaerenses. Por su parte, Alejandro Yaverovski (2018; 2021) reconstruye el fenómeno de las UU.PP., analizando su origen y su impacto en el país mediante casos específicos. Sin embargo, desde el foco de nuestra investigación y para el caso particular de Quilmes, se trata de un tema poco explorado, que busca aportar nuevos conocimientos sobre la educación de adultos y la formación laboral local.

Nuestro objetivo para este artículo es aproximarnos y volcar las primeras reflexiones acerca de la contribución de ambas instituciones al desarrollo de la educación de adultos en Quilmes. Para ello, se abordarán los conceptos de cultura, educación y universidad popular. Néstor García Canclini (1984) concibe la cultura como un conjunto de procesos sociales de significación. Manuel A. Argumedo (2001) define la educación como acción intencional de aprendizaje, mientras que Pablo Pineau (1994) vincula educación popular y trabajo. Por último, Alejandro Martín Yaverovski (2021) argumenta que las universidades populares brindaban una forma peculiar de educación popular, empleando diversas estrategias pedagógicas para atender a un público diversificado, compuesto principalmente por trabajadores y trabajadoras adultos, sin exclusión de otros sectores que carecían de acceso fácil a otras instancias de formación. Es decir, aquellos que quedaron al margen o fueron excluidos de la educación común. Estos enfoques permiten contextualizar la articulación entre educación, cultura y universidad popular en el Quilmes de los años treinta.

En función de los resultados se analizará el sistema educativo nacional y los mecanismos de enseñanza de adultos, junto con la influencia de corrientes como el socialismo y el anarquismo en el impulso de una educación no oficial. Para ello, se analizarán fuentes como prensa local, revistas educativas y documentos oficiales. El artículo se estructura en cinco partes: en primer lugar, un recorrido por las políticas estatales y de las SPE desde el siglo XIX; en segundo lugar, el análisis del modelo de las UU.PP. como alternativa educativa y su vínculo con ideologías inmigrantes; en tercer lugar, el impulso de las UU.PP. en nuestro país; en cuarto lugar, el desarrollo económico, cultural y educativo de Quilmes en ese período; y, finalmente, un estudio de caso sobre la Universidad Femenina y la Universidad Popular de Quilmes, destacando su papel como agentes de transformación cultural y social.

La educación de adultos en Argentina: antecedentes, actores e influencias

Situándonos en la segunda mitad del siglo XIX, Tulio Halperín Donghi (1987) expresa que era el propio Estado quien no debía abandonar su accionar en el campo educativo. En cuanto a la lucha contra el analfabetismo, menciona que Juan Bautista Alberdi postulaba una educación orientada a la vida en la sociedad y a la participación en una economía modernizadora, frente a Domingo Faustino Sarmiento, quien proclamaba un Estado reformador en materia social y cultural. Desde 1860 la importancia de la inmigración brindó un incentivo para la consolidación de la idea de un nacionalismo argentino, siendo un instrumento esencial para la creación de una sociedad y una comunidad política moderna (Halperín Donghi, 1987, pp. 191-202). La educación para adultos no escapaba a esta idea de modernidad y ha sido una cuestión que despertó preocupaciones en diferentes periodos políticos en nuestro país.

El problema del analfabetismo en los trabajadores y grupos étnicos fomentó el impulso, tanto por el Estado como por asociaciones civiles de carácter cultural o partidarias, de la coexistencia de diferentes instituciones de enseñanza para adultos. Las ideas de Sarmiento tenían como objetivos principales disciplinar e integrar de manera consensuada a los sectores populares y funcionar como un mecanismo de legitimación y formación política para las élites gobernantes. Mediante la Instrucción Pública (una alternativa a la Educación Popular), se priorizó una educación dirigida a la población dentro de un marco político y jurídico determinado, con la obligación de cumplir deberes y gozar de derechos, a través de una selección curricular de los conocimientos a impartir (Pineau, 1992). Ya en 1869, durante su gobierno, Sarmiento había autorizado, mediante un decreto presidencial, la creación de cursos nocturnos para “obreros y trabajadores” en el Colegio Nacional de Salta. En el I Congreso Pedagógico, celebrado en 1882, también se mencionaron medidas de esta índole y, en 1884, con Sarmiento ocupando el cargo de director general de escuelas, se facilitaron mecanismos de enseñanza para adultos mediante la incorporación de la enseñanza práctica en algunos cursos dictados en escuelas nocturnas. Otras iniciativas en educación para adultos fueron impulsadas por vecinos, sociedades populares o docentes que trabajaban a contra turno ad honorem, hasta lograr que las instituciones creadas fueran subvencionadas o reconocidas por el CNE creado en 1881.

Pero no fue hasta 1922, con la oficialización de las Escuelas Complementarias para Adultos, que el Estado ofreció por primera vez una respuesta estructurada y definitiva a esta necesidad (Rodríguez, 1992, pp. 258-259). Este apoyo permitía que utilizaran un espacio físico en sus escuelas primarias y fueron las sociedades populares las que, desde el comienzo de sus experiencias, reconocieron la demanda de capacitación laboral. Las SPE, que desde inicios del siglo XX promovieron la enseñanza de oficios influenciadas por las resoluciones del Congreso Pedagógico de 1900, aconsejaban impartir una formación con enfoque «recreativo y práctico». Desde los espacios de poder se emprendieron esfuerzos para regular y controlar las diversas experiencias educativas que surgieron, lo cual llevó a la creación del Primer Reglamento y Plan de Estudios para las Escuelas Nocturnas en 1901. Este reglamento buscaba establecer un marco formal y uniforme, orientando la educación nocturna hacia objetivos específicos y alineándose con las políticas estatales (Paredes y Pochulu, 2005, p. 3).

Educación de adultos: el rol de las Universidades Populares

Otro mecanismo de enseñanza para adultos diferente a las Escuelas Complementarias y a las SPE, fueron las denominadas UU.PP. Las mismas no poseían un reconocimiento por el CNE, pero sirvieron como vía alternativa a la educación oficial para el aprendizaje de conocimientos prácticos, teóricos y culturales desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Según Alejandro Martín Yaverovski (2021), estas instituciones brindaban una forma peculiar de educación popular, empleando diversas estrategias pedagógicas para atender a un público diversificado, compuesto principalmente por trabajadores y trabajadoras adultas, sin exclusión de otros sectores que carecían de acceso fácil a otras instancias de formación. Es decir, aquellos que quedaron al margen o fueron excluidos de la educación común (2021, pp. 38-39).

Las UU.PP. surgieron en Europa occidental -especialmente en Francia a finales del siglo XIX- y se expandieron a países como España, Bélgica, Polonia, Italia y Portugal. Influenciadas por el iluminismo, las luchas políticas y los movimientos obreros promovieron la educación popular superior. En Francia, el libertario George Deherme impulsó desde 1898, a través de su revista La Coopération des Idées, un modelo educativo ético y social que, mediante la formación sindical, cooperativa y política, buscaba crear una élite proletaria clave para el futuro (Yaverovski, 2018, p. 35). Entre 1899 y 1914, se fundaron al menos 230 universidades populares en el país, lo que conlleva a asociar esta propagación con lo que argumenta Juan Suriano (2008). El sostiene que los anarquistas fueron los principales defensores de los ideales educativos de la Ilustración y la Revolución Francesa, buscando transformar la sociedad y combatir la ignorancia generada por la explotación económica y el oscurantismo religioso.

Para ellos, la educación era esencial para que las clases trabajadoras descubrieran su potencial y consolidaran una “nueva cultura” orientada al progreso técnico y científico. Para Suriano (2008), en nuestro país, el anarquismo no logró consolidar sus ideales debido a la fuerte presencia del Estado en la educación pública, cuyo objetivo era fomentar una identidad popular y afirma que la actividad educativa anarquista fue “dispersa, intermitente y careció de un plan coherente” (Suriano, 2008, p. 2).

En Latinoamérica, durante la primera mitad del siglo XX, surgieron desde el movimiento estudiantil las primeras iniciativas para conectar los institutos de educación superior con la sociedad. Los congresos estudiantiles fueron el eje central de estas propuestas, permitiendo debatir ideas como la extensión universitaria, las UU.PP., y la promoción y el acceso a la cultura (Scagliola, 2019, pp. 83-84). El objetivo principal era la difusión y aprendizaje de todo tipo de ciencia y cultura entre los sectores más vulnerables. Se desarrollaban diversas actividades y, por medio de conferencias y cursos, ofrecían un amplio abanico de recursos para el aprendizaje. Además, congregaba a sus integrantes en eventos sociales, culturales y deportivos, algunos de los cuales ofrecían servicios propios del mutualismo y cooperativismo (Artieda, 2021).

El impulso de las Universidades Populares en Argentina

Ahora bien, ¿qué conexión se puede entablar entre la creciente presencia de inmigrantes con el fomento de las UU.PP.? De cierta forma, el continuo incremento de inmigrantes socialistas y anarquistas -especialmente significativo entre 1880 y 1914- sostuvo la creación de este tipo de organismos destinados principalmente a los sectores populares de menores recursos que quedaron al margen del proceso de escolarización (Rodríguez, 1992). En 1896, Juan B. Justo fundó el Partido Socialista Argentino (en adelante PSA), una organización política que, en palabras de Juan Carlos Portantiero (1999), surgió en la vida política y cultural como producto de la modernización económica, de la expansión inmigratoria que modificó el perfil demográfico de la sociedad criolla, del cosmopolitismo y del marco intelectual generacional de la década de 1880, así como de la aparición de la cuestión social (Portantiero, 1999, p. 8). En nuestro país, la primera institución en formato de universidad popular fue impulsada por los socialistas, se llamó Sociedad Luz y fue fundada en 1899. Tenía por objetivo “la instrucción del pueblo” y las primeras actividades consistieron en conferencias y proyecciones de divulgación sobre diferentes temas. La figura de Ángel Mariano Giménez, miembro fundador del PSA, sirvió de influencia para abordar temáticas vinculadas a la profilaxis, el higienismo, consumo de bebidas alcohólicas y todo lo que para los socialistas era considerado factor de aumento de la criminalidad y atentado a la moral (Barrancos, 1996). En la autobiografía política del militante socialista Nicolás Repetto se relata la creación de esta institución y algunas de sus actividades. Repetto menciona que Juan B. Justo era consciente de la escasa formación de los afiliados en general en esa época y le preocupaba el problema cultural al interior del Partido. Su objetivo resolver esta carencia mediante la creación de una Universidad Popular, encargada de difundir entre las masas del pueblo nociones generales de ciencia y temas contemporáneos, impulsándolos, al mismo tiempo, a participar en la lucha por la resolución de estos problemas (Yaverovsky, 2021, p. 64). La Sociedad Luz, como ateneo de divulgación científica, fue uno de los numerosos casos por el cual los socialistas produjeron múltiples redes de identidad para los trabajadores y sus familias, incluyendo bibliotecas, cooperativas, agrupaciones sindicales, editoriales, sociedades barriales, teatros y espacios infantiles recreativos (Portantiero, 1999, p. 9).

De esta manera se sucedieron numerosas universidades populares con criterios compartidos. Se puede mencionar la Universidad Popular de La Boca, establecida en 1917 por figuras del radicalismo; la Universidad Popular de Boedo, creada en 1928 por iniciativa de escritores de la zona; y la Universidad Popular de Alejandro Korn, fundada en 1937 en la ciudad de La Plata, también por partidarios socialistas (Yaverovski, 2019; Graciano, 1999). También se observa la presencia local de la Universidad Popular Manuel Belgrano de Berazategui (1936), la Universidad Popular de Florencio Varela (1942) y la Universidad Popular de Bernal Oeste (1954) entre otras. Si bien estas son las asociaciones más conocidas, cabe aclarar que, en numerosos barrios de la ciudad de Buenos Aires, en diversos partidos bonaerenses y en varias provincias del país, existieron universidades populares que se destacaron por su sentido de altruismo, fomentando la solidaridad y la cooperación social.

Reflexionar sobre el impulso, tanto de anarquistas como de socialistas, hacia este tipo de instituciones y su orientación ideológico-educativa en relación con la educación y el trabajo, lleva a establecer una posible conexión con lo que Juan Suriano (2000) plantea respecto a la denominada cuestión social. En su análisis, sostiene que el proceso de modernización argentino, iniciado en la década de 1860, generó dos posibles ejes de atención: por un lado, los problemas de finales del siglo XIX vinculados a las temáticas de género y al rol de la mujer como trabajadora y/o madre; por otro lado, la cuestión indígena y su proceso de desestructuración. No obstante, el núcleo central de la cuestión social se enfoca en las relaciones laborales: el problema obrero ocupa el centro del debate y se entrecruzan con la mayoría de los conflictos sociales (Suriano, 2000, p. 4).

Pero en la década de 1930 se advierte claramente la tensión entre el impulso a la industrialización y la persistencia de una pedagogía desconectada con las necesidades del mercado laboral en la Argentina posterior al golpe. Durante la presidencia de Agustín P. Justo (1932-1938), la cuestión social se trasladó al ámbito educativo, destacándose un debate sobre la relación entre educación y trabajo en Argentina. Se evidenció una desconexión entre el desarrollo individual y la formación laboral donde las políticas gubernamentales impulsaron la expansión de la enseñanza media, con un notable crecimiento de institutos técnicos, secundarios y para adultos. Además, el analfabetismo fue una preocupación constante y el CNE buscó fortalecer la educación elemental como motor de progreso. Adriana Puiggrós (1992) señala que la pedagogía argentina no logró integrar categorías que armonizaran creatividad, identidad nacional y formación laboral, esta desconexión refleja las limitaciones culturales para desarrollar estrategias educativas innovadoras. Desde 1930, el crecimiento industrial, incompatible con las políticas agroexportadoras dominadas por la burguesía terrateniente, demandó una fuerza laboral capacitada. Los cursos informales promovidos por entidades estatales, sindicatos, empresas, la Iglesia y las SPE formaron administradores, artesanos y obreros especializados (1992, pp. 86-89).

Cultura y educación para adultos en Quilmes durante la década de 1930

Analicemos ahora las características del espacio local en el que actuaron las instituciones referidas en nuestro objeto de estudio. El partido de Quilmes, ubicado en el sureste del actual Gran Buenos Aires, fue fundado el 14 de agosto de 1812 tras la extinción de la reducción de los indios Quilmes, quienes, desde entonces, fueron equiparados en derechos al resto de la población. La Ley del 24 de octubre de 1864, reglamentada en 1865, estableció sus límites (Agnelli, 2022). En 1880, Quilmes se propuso como candidata a capital provincial debido a su crecimiento, impulsado por la instalación de fábricas junto al ferrocarril. En 1891, Fernando Otamendi fue elegido primer intendente mediante sufragio, y en 1916 Quilmes fue declarada ciudad por la Ley N° 3.627.

Tras el golpe de 1930, Emilio Caset asumió como intendente en 1932, seguido por Pedro P. Oliveri y Victoriano M. Huisi. Entre 1930 y 1950, el Dr. Isidoro Iriarte lideró la corriente radical «Tradicional», logrando presencia legislativa provincial y nacional. Las industrias tradicionales fueron la Cervecería Quilmes (1890), la Papelera Argentina (1904) y la Cristalería Rigolleau (1907). La crisis de 1929 impulsó nuevas fábricas como la Compañía General Fabril Financiera (1929), la Cía. Suizo-Argentina (1934), la Bernalesa y la Rhodiaseta (1935), y Ducilo S.A. (1937), beneficiadas por exenciones fiscales dispuestas por Caset en 1932 (Lombán, 1992). En 1940, las Cristalerías Rigolleau crearon el Ateneo Rigovisor, una escuela de artes y oficios que fortaleció la educación comunitaria (Russo, 2011).

Desde la década de 1930 Quilmes fue activa en el ámbito cultural: fue escenario de numerosos acontecimientos, como la creación de la Biblioteca Pública y el Complejo Cultural Mariano Moreno de Bernal (1932), la fundación de la Asociación Sinfónica (1934), la apertura del Taller Escuela La Providencia (1936), destinado a obreras e hijas de trabajadoras de las fábricas locales, la creación del Círculo Universitario (1938), y el establecimiento de la Junta de Estudios Históricos de Quilmes (1940). Esta última desarrolló una destacada labor al fundar en 1942 el actual Museo Histórico Almirante Brown. También cabe mencionar la fundación del Círculo Odontológico (1936), seguida un año después por el nacimiento del Rotary Club en el centro de Quilmes y, posteriormente, en otras zonas del partido, a lo que se sumó luego el Club de Leones. (Agnelli, 2022; Lombán, 1992).

Ahora bien, en cuestiones sobre educación y como ya expresamos, Adriana Puiggrós (1992) propone que, para los años posteriores al Golpe de Estado de 1930, la pedagogía argentina enfrentó dificultades en la creación de categorías que se integren simultáneamente al individuo y su contexto, a aspectos opuestos como la creatividad, la imaginación, el desarrollo personal y la identidad nacional. Este argumento repercutió en la deficiente vinculación entre educación y trabajo, lo que llevó a explorar la conformación cultural del país que mostró una incapacidad para proponer estrategias innovadoras que respondan a las necesidades contemporáneas. Fue crucial reconocer la relevancia de la educación laboral como un medio para el desarrollo económico y como un elemento fundamental en la formación de ciudadanos comprometidos y capacitados. En este marco, surgió una búsqueda de una utopía industrialista y modernizante que aspire a transformar la educación y el trabajo en un sistema coherente y dinámico, capaz de fomentar tanto el crecimiento económico como la identidad cultural.

La búsqueda del crecimiento industrial se vio obstaculizada por la persistencia de políticas agroexportadoras, así como por la influencia de la burguesía terrateniente en pos de resguardar su rentabilidad económica. Este enfoque limitado, que prioriza el desarrollo de una industria liviana, impedía una diversificación económica necesaria para el progreso del país. Para abordar esto, se hizo urgente la capacitación de la mano de obra, un fenómeno que cobró impulso gracias a iniciativas de entidades estatales, sindicales, empresariales, de la Iglesia Católica y de las SPE. A través de cursos informales, se ha logrado formar personal administrativo, artesanos y obreros calificados, facilitando su integración en las ramas de producción (Puiggrós, 1992).

Durante el gobierno de Agustín P. Justo (1932-1938), se adoptaron medidas educativas que limitaron los avances logrados. La gestión de Ramón J. Cárcano en el CNE suprimió centros de estudiantes, persiguió docentes críticos y promovió la homogeneización educativa, afectando especialmente a sectores vulnerables como adultos, mujeres y personas con discapacidades. Aunque se intentó modernizar la educación y fomentar la capacitación laboral, las SPE enfrentaron restricciones políticas y organizativas. En este contexto, resultaba urgente replantear las políticas educativas e industriales para impulsar el crecimiento económico y la inclusión social.

El origen de la Universidad Femenina y de la Universidad Popular de Quilmes

Situándonos en el partido de Quilmes, en 1930, el CNE fundó la Escuela para Adultos N° 153, pero cuatro meses después decidió cerrarla. Como consecuencia, el deseo de la población de continuar con esta labor motivó a un grupo de mujeres quilmeñas a reunirse en un salón de la Escuela N° 1 y, luego de diversos encuentros, formaron la Asociación Pro Cultura de la Mujer para crear una institución cultural que continúe la enseñanza a adultos que quedaron por fuera de la enseñanza primaria. La misma era presidida por Saturnina Admus de Field, egresada de la Escuela Normal Nacional N° 1 Mary O. Graham y miembro fundadora, en 1906, de un centro integrado por ex alumnas con el fin de continuar la labor de la maestra estadounidense donde su interés era promover toda demostración intelectual, brindando apoyo a los actos de carácter cultural y así como a las iniciativas tendientes al mismo fin. La agrupación se llamó Centro Mary O. Graham y su lema principal era “Amor, Unión, Trabajo” (Centro Mary O. Graham, 1938). Mediante una “circular enviada al vecindario” publicada en el diario El Sol el 09 de marzo de 1932, buscaron promover la colaboración de la comunidad comercial, industrial e institucional, para asegurar la continuidad de dicha iniciativa, concebida con un carácter cultural y popular. Esta asociación civil tenía como objetivo mantener el fomento de enseñanza para adultos mediante la conformación de lo que se llamó la Universidad Femenina de Quilmes, pero con una particularidad, destinar su trabajo de aprendizaje solo a mujeres para acrecentar sus conocimientos no solo culturales sino también domésticos y con el objetivo de “ser más útiles en su vida de hogar” (La Verdad, 1935). La Universidad Femenina de Quilmes se fundó finalmente el 31 de mayo de 1932 y recibió no solo la colaboración de amplios sectores comerciales e industriales de la sociedad, sino también un estipendio mensual por parte de la misma Municipalidad. Entre sus principales propósitos se encomendaron a conseguir la aprobación del director general de escuelas, Pedro Álvarez, para ocupar a contra turno el espacio físico de la Escuela Primaria N° 1 de Quilmes. La institución se ubicaba en el centro de Quilmes, en la Av. Rivadavia 373, y recibió el respaldo permanente del intendente Dr. Emilio Caset, quien posteriormente se integró al cuerpo docente. Asimismo, contó con el apoyo del presidente del Concejo Deliberante, Lorenzo Dalla Via, de concejales municipales, de medios de comunicación locales y del presidente del Consejo Escolar, Victoriano Imizcoz. Estas autoridades realizaban visitas periódicas a las clases y talleres dictados por la institución.

Imagen 1: Universidad Femenina: Clase teórico-práctica de Mecanografía (La Verdad, 1935, p. 101)

La imagen corresponde a una clase de mecanografía en la Universidad Femenina, que como se mencionó previamente promovía la educación de las mujeres en oficios y disciplinas útiles para la vida profesional y laboral. La mecanografía, disciplina fundamental en la primera mitad del siglo XX, preparaba a las alumnas para desempeñarse en oficinas, bancos y empresas, en una época en que las mujeres comenzaban a incorporarse de manera más amplia al mundo laboral. El aula está ocupada exclusivamente por mujeres jóvenes, lo que resalta el carácter femenino de la institución. Las alumnas, con semblantes serios y concentrados, aparecen con sus máquinas de escribir, símbolo del aprendizaje técnico y la modernización de la época. Esta imagen refleja no solo un momento de enseñanza, sino también el papel de la educación en la apertura de nuevas oportunidades para las mujeres.

La institución fue presidida por Crescencia López Oliveros de Molina, una destacada educadora que ocupó diversos cargos dentro del campo pedagógico y participó en diferentes iniciativas culturales en el partido de Quilmes. Fue la primera en ocupar el cargo de directora del Departamento de Aplicación de la Escuela Normal de Quilmes y fue dos veces presidenta de la Asociación de Maestros de las Escuelas Normales. Desde 1928 produjo un innumerable número de libros de carácter formativo para la enseñanza de diversas asignaturas, y toda esta trayectoria en su formación llevó a Crescencia López O. de Molina a implementar este diseño de programas pedagógicos en la Universidad Femenina de Quilmes, donde toda la nómina de docentes era diplomada, trabajaban ad honorem y sus planes de estudios estaban organizados de acuerdo con las Escuelas Nacionales (Caras y Caretas, 1934, nro. 859).

El programa de materias incluía instrucción primaria (de 1° a 6° grado), enseñanza especial (aritmética, contabilidad, idiomas, dactilografía, taquigrafía, redacción comercial y caligrafía), enseñanzas artísticas (dibujo, arte decorativo y música) y extensión profesional (labores, corte y confección, sombreros, tejidos, fajas y corsets, bordado a máquina y economía doméstica). A su vez, funcionaba un anexo donde se ofrecía un taller que recibía pedidos de trabajos destinados a las alumnas que lo solicitaran y se encontraran capacitadas.

Por otro lado, el Sindicato Obrero Cervecero, fundado el 16 de julio de 1932, incentivó la creación de un Ateneo Cultural que compartía el mismo propósito de las UU.PP.. De forma paralela, representantes gremiales de 1500 obreros de la Cervecería Quilmes propusieron el 3 de febrero de 1933 el sostenimiento del Ateneo y Biblioteca Popular creada un mes antes ante la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (en adelante CPBP), con el fin de continuar con la labor del fomento cultural en la comunidad quilmeña. En diversas inspecciones efectuadas por la CPBP se destaca la estructura consolidada de esta biblioteca, así como la conveniencia de implementar cursos formativos de manera simultánea en el Ateneo Cultural. La Biblioteca Cultural y Ateneo Cultural “José de San Martín” estuvo ubicada en las mismas dependencias que ocupa actualmente el sindicato, en la calle Olavarría 29, a escasa distancia de la Cervecería y Maltería Quilmes.

Imagen 2: Afiche promocionando los cursos dictados por la Universidad Popular del Ateneo de la Juventud Obreros Cerveceros de Quilmes (1945, Archivo CONABIP)

Este cartel o afiche corresponde a una iniciativa educativa de mediados del siglo XX impulsada por el Ateneo de los Obreros Cerveceros de Quilmes, una organización vinculada al movimiento obrero. Refleja el esfuerzo por brindar a trabajadores y trabajadoras acceso a la educación técnica, cultural y artística, en un contexto en el que muchas personas no lograban completar la educación formal. Se informa que la inscripción se realiza en la Escuela N.º 17 Leonardo Rosales, en el horario de 18 a 20 horas. Además, se menciona que en el mismo local funciona la Escuela N.º 11 de adultos, invitando a quienes no hayan finalizado sus estudios primarios a inscribirse para completar el primer ciclo de aprendizaje. Esta información indica que, inicialmente, el espacio físico destinado a actividades educativas se ubicó en la propia biblioteca, para posteriormente trasladarse a una escuela, conforme a las disposiciones formales establecidas por el CNE.

El programa de estudios combina saberes prácticos vinculados al mundo laboral, como radio, electricidad, mecanografía y corte y confección, con disciplinas académicas y artísticas como matemáticas, dibujo lineal y artístico, y bordado a mano. Esto evidencia la intención de ofrecer una formación integral, tanto técnica como cultural, para la clase trabajadora. El lema “El saber no ocupa lugar!” sintetiza el espíritu del proyecto: democratizar el acceso al conocimiento como una herramienta de progreso social y personal.

Entre los más destacados se fomentaba materias de Radio, Electricidad, Dibujo Lineal, Matemáticas, Dactilografía, Corte y Confección, Bordado a Mano y Dibujo Artístico siendo su espacio físico de cursada la Escuela N° 17 Leonardo Rosales de Quilmes dentro de un horario vespertino. El Consejo de Instrucción de la universidad estaba formado por cuatro profesores que trabajaban ad honorem, cada uno de los cuales era una figura destacada en el ámbito de la cultura quilmeña. Mordy Strugo, director de la revista La Urraca, dictaba clases de francés. El Dr. Guido Girotto enseñaba italiano y era un educador reconocido. Francisco Míguez, fundador del Museo de Artes Visuales Víctor Roverano y presidente de la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP), impartía clases de taquigrafía. También formaban parte del consejo el escultor Antonio VM Rocca, que enseñaba alemán, y Mercedes Ayala de Hutchison junto a Luis Ricagno, que se encargaban de las clases de inglés (Agnelli, 2022). Según una nota del diario La Palabra de octubre de 1939, esta oferta curricular estaba destinada a adultos o jóvenes qué no hayan finalizado la etapa de escolarización primaria y funcionaban conjuntamente con el Ateneo de la Juventud Obrera Cervecera.

Conclusión

Este análisis exploratorio e interpretativo permite comprender cómo el proceso inmigratorio y la intervención estatal en materia educativa desde finales del siglo XIX influyeron en el surgimiento de iniciativas culturales y pedagógicas con enfoque en los sectores más vulnerables. Las ideas anarquistas y socialistas, con su énfasis en la educación como herramienta de transformación social, no solo contribuyeron al debate sobre la cuestión social de comienzos del siglo XX, sino que también pusieron en el centro de atención las condiciones de vida y trabajo de las clases populares.

En este contexto, las instituciones vinculadas al Partido de Quilmes desarrolladas en este artículo, reflejan estas preocupaciones al asumir un rol activo en la promoción de una educación que respondiera a las necesidades de los sectores trabajadores, consolidando así un espacio donde convergen las tensiones culturales, políticas y sociales de la época. La creación de la Universidad Femenina de Quilmes y la Universidad Popular de Quilmes en la década de 1930 representa un hito en la promoción de la educación y cultura para adultos en la comunidad quilmeña. La primera, impulsada por un grupo de mujeres comprometidas con la enseñanza de adultos, buscó cerrar la brecha educativa que dejó el cierre de la Escuela para Adultos N° 153, ofreciendo materias que abarcaban desde la instrucción primaria hasta enseñanzas artísticas y profesionales, contribuyendo así al enriquecimiento cultural de las mujeres en el ámbito del conocimiento y el desarrollo personal.

Simultáneamente, la creación del Ateneo Cultural (luego Universidad Popular) por parte del Sindicato Obrero Cervecero fortaleció el fomento cultural y educativo en la zona, ofreciendo cursos que beneficiaron tanto a adultos como a jóvenes, y promoviendo la colaboración comunitaria e industrial. Estas iniciativas educativas, respaldadas por figuras destacadas y el apoyo de la comunidad, no solo fomentaron la formación académica, sino que también impulsaron un movimiento cultural que buscaba elevar el nivel de vida de sus participantes, reflejando un profundo interés por el desarrollo integral de la sociedad quilmeña. Este método educativo para adultos evidencia la relevancia de la colaboración, el sentido altruista y el compromiso social de los y las docentes que formaron parte para la construcción de una comunidad más educada y consciente de sus capacidades tanto culturales como de formación práctica.

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[I] Matías Leandro Villalba: Egresado del Profesorado en Historia y estudiante avanzado de la Licenciatura en Historia (UNQ). Becario CIN en el Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre Política, Educación y Producciones Culturales (CEIPEC-UNQ).