Resumen
La última dictadura cívico-militar perpetrada en la Argentina (1976-1983), propició la construcción de una cartografía que consolidaba el discurso nacionalista e instalaba la idea de un país ordenado sin conflicto caucásico. El denominado “Mapa de la esperanza argentina”[1] fue publicado en 1979 por la editorial Nuevo Impulso Producciones[2], es un exponente de un tipo de geografía que quería instalar un espacio racional.
Este trabajo, realizado en el marco de la cátedra Metodología de la Investigación Social, de la Licenciatura en Geografía (Universidad Nacional de Quilmes) en el año 2023, intenta desarmar el mapa presentado por el gobierno de facto y propone, repensar, reflexionar y discutir las consecuencias y el impacto que la imagen (nos) produjo.
Palabras clave: cartografías menores/mayores, geografía imaginaria, narrativas territoriales, nacionalismo banal
Introducción
En un contexto internacional, donde la geografía crítica alcanzaba una importante difusión y encontraba espacios para desarrollarse, en nuestro país, todo lo opuesto sucedía. Efectivamente en Estados Unidos, autores como David Harvey y William Bunge, inician el movimiento radical; el primero, posibilitó la renovación de la mirada sobre los estudios en geografía urbana y económica; su obra Urbanismo y desigualdad social de 1973 marca el nuevo rumbo del autor. Y Bunge, importante activista político, propuso una renovación de la geografía urbana desde un enfoque analítico cuantitativo, que permitiese la acción en el espacio en pos de una mejora social. En Europa los trabajos de Ives Lacoste en Francia o de Horacio Capel en España, fueron claves en la difusión de una geografía renovada, especialmente a través de la creación de revistas y actividades académicas que posibilitaran esa expansión. En Brasil, a través de Por una nueva geografía (1978), Milton Santos, se consolida como un autor referente para las nuevas generaciones de geógrafos y geógrafas que creemos en una geografía científica con compromiso social.

Mientras tanto, en la Argentina, la producción cartográfica, la geografía en instituciones educativas y en los distintos espacios de difusión, conformaron el medio de reproducción de una geografía nacionalista que instaló y consolidó la idea de un país extenso, de un reservorio de recursos naturales y humanos que, acorde al modelo neoliberal de apertura económica que la dictadura estaba imponiendo, esperaban por ser explotados. Más adelante se expondrán elementos de la imagen que dan cuenta de esto.
Lo que, de alguna manera, propició la construcción de imaginarios geográficos hegemónicos y distorsionados en el conjunto de la sociedad de ese entonces, y aún presente en nuestros días. Arraigados tanto en el ámbito de la enseñanza escolar como en la formación docente. Es el caso del Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, de la ciudad de Buenos Aires, cuyo diseño curricular de 1976 se rigió bajo la normativa establecida a nivel nacional, y formó a miles de docentes bajo este diseño; hasta el año 2006, cuando se efectúa un nuevo plan de estudios.
De este modo, el presente trabajo se divide en dos partes. En la primera se realiza una descripción y análisis del mapa: se intentará echar luz en los criterios de regionalización empleados y la comparación arbitraria con países europeos en términos de superficie; se analizarán las leyendas y los símbolos utilizados, tanto en lo técnico como en lo discursivo; cuya finalidad, propia del enciclopedismo, se reduce a la descripción, enumeración, localización y comparación.
La segunda, propone enfatizar en el impacto que el contexto sociopolítico y la producción de este tipo de cartografías produjeron en la construcción de determinadas “narrativas territoriales” (Lois, 2012) sobre nuestro territorio.
Por último, nos proponemos propiciar una discusión que nos invite a reflexionar sobre nuestra práctica cotidiana, en nuestro rol como docentes, geógrafos y geógrafas, como ciudadanos y ciudadanas y de este modo repensar(nos) como agentes críticos y generadores de nuevas formas de mirar.
Mapa de la esperanza
La visualidad no se construye solo con mapas e imágenes, sino a partir de aparatos discursivos. (Mitchell, 2009)
Harley y Woodward (1987) afirman que el mapa conforma una “representación gráfica que facilita el conocimiento espacial de cosas, conceptos, condiciones, procesos o eventos que conciernen al mundo humano” (citado en Lois, 2015:2). Asimismo, probablemente el mapa sea uno de los recursos visuales de mayor aceptación y difusión tanto en el mundo académico como fuera de él. En este sentido, la cartografía y la geografía, en su “tradición visual” (Lois, 2008), han tenido un rol preponderante. Intensificado por el hecho de que se imparta en la escuela o que una institución sea la que de alguna manera lo oficializa.
Así, como plantea Romero la militarización de la tarea cartográfica en la Argentina desde la segunda mitad del siglo XIX, produjo efectos en la imagen que se tiene del territorio argentino. La Ley de la Carta de 1941[3] le otorgó al entonces Instituto Geográfico Militar, la exclusividad en la fiscalización de la cartografía publicada en el país (Romero, 2004:82).
Como se señaló anteriormente, acordamos con Quintero (1999) cuando afirma que la perspectiva dominante en la enseñanza de la geografía durante gran parte del siglo XX ha instalado un relato geográfico donde pareciera que no existe tensión o conflicto; y en el que los hechos son “abordados como figuras físicas y no como relaciones sociales” centralizadas en el discurso de nación, constituida mediante un “etnocentrismo nacional” cuya representación se efectiviza a través del “territorio del Estado” sustentado a través del mapa (Quintero, 1999:135). Lo que como menciona la autora, logró mantener durante años, la construcción de una geografía imaginaria del país, que recién en los noventa comenzó a ser analizada o cuestionada.
Sobre geografía imaginaria y sobre imaginarios geográficos han escrito autores y autoras como Harvey (1990), Soja (1996), Cosgrove (1984), Lindón (2012), Hiernaux (2006), entre otros. Las diferentes acepciones configuraron distintas conceptualizaciones que, si bien difieren en ciertas especificidades, hay cierto consenso en su conceptualización: la geografía imaginaria constituye una construcción mental que las personas realizan acorde a sus conocimientos y a la imaginación. Acorde a Zusman, en Terra incognitae[4], Wright postula que “las tierras desconocidas no son comunes para todos los grupos humanos” (Zusman, 2013:53), por lo que las miradas y construcciones mentales sobre el espacio difieren entre los sujetos. De esta manera, busca desuniversalizar el conocimiento occidental y eurocéntrico, y reconoce conocimiento que construyen los sujetos a partir de su propia historia. Asimismo, como señala Zusman, “destaca el papel de la imaginación en la construcción del conocimiento geográfico” (Zusman, 2013:53)
Por otro lado, como señala Zusman (2013), desde la geografía cuantitativa y marxista, David Harvey destaca el papel político de la conciencia espacial o imaginación geográfica. Para él “las ideas de espacio y tiempo no pueden disociarse del modo de producción y de sus relaciones sociales características” (Zusman, 2013:55)
Asimismo, desde los noventa, a través de los trabajos de Edward Said[5] por ejemplo, las geografías poscoloniales, proponen nuevos enfoques sobre los imaginarios geográficos. Enfoques que permitieran cortar con los vínculos históricos que la geografía, a través de sus conceptualizaciones, tuvo con ciertos discursos y objetivos de los grandes imperios (Zusman, 2013:56).
Igualmente, como menciona Zusman, será Denis Cosgrove[6] quien, en la misma época, consolide la relación entre la cultura visual y los imaginarios geográficos. Entre sus postulados se destacan: la intención en deconstruir supuestos metodológicos, epistemológicos e ideológicos que suponían, tenían relación directa con la realidad; o el hecho de considerar la importancia del género, la clase y la etnia en los diversos puntos de vista, de modo tal que se superara una única mirada universal. (Zusman, 2013)
En Latinoamérica los estudios se basaron en las dinámicas ambientales, económicas y técnicas. Y como señala Zusman, “el énfasis otorgado a lo material” no dejó espacio para “el tratamiento de las representaciones o imaginarios asociados a esa geografía material”. (Zusman, 2013:61). Es el caso de Rey Balmaceda, quien desde mediados de los setenta, recuperó los relatos de los viajeros en el pasado para construir los paisajes, sin dejar espacio a la reflexión o crítica, aferrándose a los discursos coloniales hegemónicos. Como afirma Quintero (1999), abordajes donde el relato se transcribe en un ordenamiento espacial de elementos acordes a un patrón visible sobre la superficie terrestre, ausente de relaciones sociales.
En este sentido, se analizarán algunas dimensiones del mapa “El mapa de la esperanza argentina”, tales como: la concepción de territorio, el mapa como logotipo[7] (Anderson, 1993), la selección y disposición de los símbolos, las leyendas y la comparación como estrategias, y el regionalismo y la geopolítica como epistemes dominantes.
En primer lugar, como señala Lindón (2012), la concepción del territorio como cosa y el punto de observación aéreo de ese territorio-cosa, profundizaron la idea de un imaginario geográfico de carácter objetivo, neutral, cuyo observador (de carácter pasivo) se encuentra afuera de ese escenario y por ende su mirada es objetiva. O como señala Quintero, cuando se refiere a la homogeneidad en el esquema visual del territorio: una Argentina blanca, de clima templado, rico y extenso. Un territorio estático y atemporal, un conjunto de dones que la naturaleza ofrece a una sociedad espontáneamente vinculada a una porción de superficie terrestre”. (Quintero, 1999:136)
En segundo lugar, la idea de Anderson respecto del trinomio censo, mapa, museo: conforman un conjunto de instituciones que permitieron al Estado colonial imaginar sus dominios. Así, el “mapa-logotipo, al instante reconocido y visible por doquier, penetró profundamente en la imaginación popular, formando un poderoso emblema de los nacionalismos” (Anderson, 1991:245).
En este sentido, Anderson (1993) y Escolar (1991) al respecto, acuerdan “que en el contexto de la formación de los nacionalismos modernos, las siluetas territoriales fueron transformadas en mapas logotipos que evocarían la noción abstracta de un territorio de pertenencia. De esta manera, en los procesos de construcción de la identidad nacional esa evocación opera aglutinando una masa de individuos a partir del reconocimiento y de la autoidentificación como miembros de esa comunidad imaginada nacional”. (Lois, 2012:4) Por lo que contexto político durante la circulación de este mapa, debe constituir un factor clave para su interpretación. Si bien se hablará del contexto social y político más adelante, cabe destacar que los espacios y entornos de circulación de estas imágenes y producciones, como señala Lois, “revisten de sentido la imagen” (Lois, 2015:67), la legitiman.
En cuanto al enfoque regional, la episteme que opera en esta imagen combina elementos fisiográficos de modo tal que son agrupados y exhibidos con el objeto de ser explotados, y como señala Quintero (1999) el territorio pierde su condición de relación social y el protagonismo lo adquiere la naturaleza. En este sentido obsérvense las provincias y el coloreado como diferenciador: territorios que permiten ser (des)armados como piezas de un rompecabezas (Quintero, 1999), compartimentos estancos, que pueden ser apartados del contexto en el que se encuentran. Así como la arbitrariedad sin sustento conceptual o epistemológico en el regionalismo, el Noroeste, Cuyo y el Noreste como regiones de provincias agrupadas, y el resto de las jurisdicciones, políticamente divididas: Buenos Aires, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz junto con la isla de Tierra del Fuego[8].
En cuanto a la simbología, se destaca una selección de recursos y productos primarios de índole económica, productiva-extractiva, como representativos de las distintas jurisdicciones y regiones: caña de azúcar, algodón, yerba mate, ganado, recursos energéticos, sitios turísticos y hasta caza de ballenas, entre otros. Elementos diversos, aislados e inconexos, orientados a ser explotados. Nótese la selección de estos recursos en la leyenda “Factores fundamentales para el desarrollo de los recursos naturales de Argentina”. Así, estas imágenes, construyen en sus lectores y el público al que están dirigidas, la idea de elementos y símbolos de carácter objetivo, de representaciones significativas que guardan directa relación con aspectos y “virtudes nacionales”; cuya repetición busca instalar diversidad, y si bien están disgregadas, “su combinación forma un todo único” (Lois, 2015:71).


Por otro lado, entre los intersticios que la disposición de los símbolos permite, en cada región, se encuentran representadas las siluetas de los mapas de países europeos acompañados cada uno, por un breve comentario sobre la superficie y la densidad demográfica; con lo que se intentaría demostrar ciertas virtudes o ventajas comparativas de nuestro país respecto de los europeos. Con el objeto de ser comparados sin ningún tipo de sustento más que el de la reproducción de un nacionalismo banal y el intento de cohesión social. Véase también el caso de la comparación entre la superficie del NEA y el territorio de España ubicado en el centro de la región; así como la presencia del escudo nacional, como agregado a este intento de construcción identitaria nacionalista.
Volviendo a la idea del mapa logotipo y la fuerza que posee en la construcción de determinados imaginarios geográficos, Lois recupera de Anderson (1991): “el mapa logotipo, al instante reconocido y visible por doquier, penetró profundamente en la imaginación popular, formando un poderosos emblema de los nacionalismos que por entonces nacían” (Lois, 2015:68). Si bien en 1976 no podemos hablar de una nación naciente, sí se puede afirmar que el contexto buscó forjar y revivir en la ciudadanía, el espíritu nacionalista.
Por lo que, como sostiene Lois, las representaciones cartográficas de la Argentina, sus descripciones y valoraciones, reafirmaron una “concepción euclidiana del espacio y cartesiana del mapa”. (Lois, 2015:58)
Un país derecho y humano[9]
“Tengamos fe en nosotros mismos”: Este apartado propone analizar el aparato discursivo que reside en la imagen. Se partirá de la observación de los paratextos, y de una selección de leyendas y símbolos teniendo en cuenta dos dimensiones: la primera, de cómo el discurso de esta imagen apela de manera sistemática a la emocionalidad de sus observadores; y la segunda, acerca de la permanencia de la lógica extractivista imperialista y de los grupos dominantes. En relación a esto, el contexto político, la geografía y la cartografía de ese entonces, cumplieron un papel de gran significancia en la difusión y construcción de un imaginario geográfico de país que se vio atravesado por discursos unilaterales y hegemónicos que buscaran la consolidación de una identidad y nacionalismo territorial.

En este sentido, Billig sostiene: “la identidad nacional no es un estado interior cognoscitivo, sino un conjunto de discursos y prácticas que reproducen los Estados-nación” (Billig, 1998:37).
Nótese en el título y el texto seleccionado. Se recurre a los conceptos de paz y amor, a la idea de futuro y unidad latinoamericana, al conocimiento del territorio como propulsor del progreso.

“Producir es prioridad nacional. Transformar las riquezas naturales en riquezas económicas es defender la soberanía”: La política social aplicada por el golpe cívico militar de 1976, provocó profundos cambios en la sociedad argentina. La censura en diversos ámbitos culturales y educativos, la represión planificada, la desaparición forzada de personas, el secuestro de bebés, formaron parte de un plan ejecutado de manera sistemática en todo el país. Por lo que la propaganda y el ambiente de opresión, fueron funcionales para alcanzar algunos de los objetivos deseados, especialmente en materia económica.
En abril de 1976, el por entonces ministro de economía del gobierno de facto, Alfredo Martínez de Hoz, comunicaba un nuevo plan económico. Entre otros anuncios, se encontraba el punto en que se fomentaría la producción y la exportación. (Romero, 2012)
Por lo que se produjo un profundo cambio respecto a las décadas anteriores. Se reemplazaron los criterios que fomentaban el desarrollo de la industria nacional, por la eficiencia, la expoliación de recursos y la práctica de actividades económicas extractivas y productivas que el gobierno consideraba que la Argentina se destacaba por las denominadas ventajas comparativas.
Véanse en esta selección: los recursos forestales y la actividad agropecuaria. En el primer caso, una descripción de los bosques y especies, haciendo hincapié en la calidad de los mismos cuyo objetivo radica en la “conquista de nuevos mercados”. En el segundo, se intenta reinstalar la idea de “Argentina granero del mundo”, se describen las condiciones agroecológicas del territorio y el potencial agrícola y ganadero del país. En este caso, con la intención de “ponerlas al servicio de la humanidad”. Se vuelve, de alguna manera a romantizar nuestra función como garantizadores del fin del hambre en el mundo.
Ahora bien, recuperando el contexto social, económico y político de la Argentina durante la publicación y difusión de esta imagen, que si bien se desconoce su alcance y espacios de circulación: ¿qué se buscó concretamente con estos paratextos y las leyendas, a qué público estaban dirigidos, qué se esperó de sus lectores?
Conclusión
En Espacio y territorio, Mazurek sostiene que “el conocimiento espacial está basado en representaciones transcritas por medio de una métrica particular. En la representación intervienen el funcionamiento mental de los individuos y la psicología del espacio” y que “la representación no es objetiva y depende del contexto de la investigación, de su problemática, de la percepción del investigador, de sus opiniones políticas, etc.” (Mazurek, 2006:125) Y, en palabras de Lois, “los mapas son una de las imágenes más familiares y corrientes”, cuyo poder como imagen, configura “nuestra visión del mundo”, y de alguna manera se ha constituido como “uno de los dispositivos visuales convencionales de la geografía”. (Lois, 2009)
El mapa es una imagen cuya representación persigue la transmisión de un mensaje. (Mazurek, 2006)El Mapa de la esperanza argentina, por sus características y antes analizadas, conformó, durante el terrorismo de Estado, un dispositivo visual más, que expresó una forma de visualizar y representar el territorio nacional e intentó participar en la (re) “conformación de una identidad nacional” (Lois, 2015:67) y plasmó, mediante un discurso de reivindicación nacionalista, un determinado proyecto de país. El acento en las dimensiones jurisdiccionales, en la regionalización arbitraria sin sustento epistemológico acorde; el detalle en la oferta de recursos y el modelo de reprimarización de la matriz económica argentina, reflejan en la imagen, un enfoque geográfico anacrónico que no condice con los postulados internacionales del momento.
Y si bien desde Harley a hoy se han producido innumerables intentos de deconstrucción de los mapas, y de establecer los vínculos mapa-poder, focalizados en cuanto al simbolismo, la intencionalidad y el contexto sociohistórico, vemos que, como señala Lois, aún persiste la percepción del mapa como un “objeto técnico y altamente especializado” (Lois, 2009) Aún, persisten los interlocutores pasivos que reivindican los postulados de esta imagen.
Por ello hoy, a cuarenta años de democracia, donde las corrientes epistemológicas señaladas suponen estar fuera de circulación, donde las nuevas tecnologías cumplen un papel destacado, donde los espacios de difusión se han multiplicado; corresponde proponer el desarrollo de amplias y diversas formas de representar nuestro territorio que propicien, en el público al que se dirigen, un rol participativo, activo y creativo; en que la representación del territorio proponga una mirada crítica y se plantee como una construcción social, cultural, histórica y política en constante resignificación.
Anderson, B. (1993) El censo, el mapa y el museo. En Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica. México.
Billig, M. (1998) El nacionalismo banal y la reproducción de la identidad nacional. En Revista Mexicana de Sociología, vol. 60, núm. 1. Instituto de Investigaciones Sociales. pp. 37-57.
Lindón, A. (2012) ¿Geografías de los imaginarios o la dimensión imaginaria de las geografías del Lebenswelt? En LINDON, A., HIERNAUX, D. Geografías de lo imaginario. pp. 66-77. Universidad Autónoma Metropolitana.
Lois, C. (2009) Imagen cartográfica e imaginarios geográficos. Los lugares y las formas de los mapas en nuestra cultura visual. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Universidad de Barcelona. https://revistes.ub.edu/index.php/ScriptaNova/article/view/1604
Lois, C. (2012) La patria es una e indivisible. Los modos de narrar la historia territorial de la Argentina. Terra Brasilis, Revista da Rede Brasileira de História da Geografia e Geografia Histórica. https://journals.openedition.org/terrabrasilis/138
Lois, C. (2013) La Argentina a mano alzada. El sentido común geográfico y la imaginación gráfica en los mapas que dibujan los argentinos. En Lois, C. y Hollman, V. (coord.) Geografía y cultura visual: los usos de las imágenes en las reflexiones sobre el espacio (pp. 167-189). Prohistoria, pp. 167-189
Lois, C. (2015) El mapa, los mapas. Propuestas metodológicas para abordar la pluralidad y la inestabilidad de la imagen cartográfica. Revista Geograficando, UNLP. https://www.geograficando.fahce.unlp.edu.ar/article/view/Geov11n01a02
Lois, C. (2015) El mapa como metáfora o la espacialización del pensamiento. Terra Brasilis, Revista da Rede Brasileira de História da Geografia e Geografia Histórica. https://journals.openedition.org/terrabrasilis/1553
Mazurek, H. (2006) Espacio, territorio y cartografía. Espacio y territorio. Universidad para la investigación estratégica en Bolivia. La Paz, pp. 123-156.
Mitchell, W. (2009) Teoría de la imagen. Ensayos sobre la representación verbal y visual. Akal. Madrid.
Quintero S. (1999) El país que nos contaron: la visión de la Argentina en los manuales de Geografía. pp. 135-154. Entrepasados, N°16.
Romero, L. (2004) Los textos de Geografía: un territorio para la nación. En La Argentina en la escuela: la idea de nación en los textos escolares. pp. 79-122 Editorial Siglo XXI. Buenos Aires.
Romero, L. (2004) La Argentina en la escuela. La idea de nación en los textos escolares, pp. 79-119. Editorial Siglo XXI.
Romero, L. (2012) Breve Historia Contemporánea de Argentina: 1916-2010. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
Zusman, P. (2013) La geografía histórica, la imaginación y los imaginarios geográficos. Revista de Geografía Norte Grande, pp. 51-66.
[1] “Mapa de la esperanza argentina: un gran país se muestra al mundo. Geopolítica comparativa y economía, 1979”. Archivo General de la Nación, colección Mapoteca. Código: AR-AGN-MAP01-IV185. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/16._argentina_1979.pdf
[2] Se indagó sobre esta editorial, pero no se encontró información sobre su existencia o continuidad.
[3] En 1983, días antes del retorno a la democracia, el entonces presidente general Bignone, firmó una nueva Ley de la Carta bajo el Decreto ley Nº22.963. La misma se encuentra vigente. Disponible en: https://www.ign.gob.ar/descargas/Marco-Legal/Ley_22.963_A%C3%B1o_1983.pdf
[4] Terrae incognitae: the place of the imagination in geography. Conferencia de J.K. Wrigth como presidente de la Asociación de Geógrafos Americanos en 1946.
[5] En Orientalismo (1978), Edward Said señala que cultura ha tenido un rol destacado en la expansión imperial que, entre otros aspectos, posibilitó la construcción de hegemonía.
[6] En Social Formation and Symbolic Landscape (1984), Cosgrove plantea la importancia de lo visual en las distintas representaciones y descripciones geográficas, en los conceptos de paisaje o región, en la cartografía y en los modelos cuantitativos.
[7] Hace referencia a las siluetas territoriales, de carácter simple y formas sencillas que suponen cierta abstracción y son convencionalmente aceptadas.
[8] En ese entonces constituía territorio nacional, hasta el 26 de abril de 1990, cuando obtiene la categoría de provincia mediante la sanción de la Ley Nacional Nº 23 775.
[9] Término que hace alusión a la calcomanía difundida por la dictadura en 1979, al producirse la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humano a la Argentina.
[I] Valeria Páez Rehermann: Licenciada en Geografía (UNQ). Instituto Superior del Profesorado «Dr. Joaquín V. González».
