Resumen
El debate por el hecho educativo ha enfrentado diversas dimensiones a lo largo de la historia desde su conformación: desde la escuela como institución hegemónica para impartir conocimientos, su función como aparato ideológico del estado (Althusser, 1970), su carácter homogéneo frente a la heterogeneidad de las aulas, entre otras.
Actualmente, sin dejar de lado los debates mencionados, ya que mantienen ciertas continuidades y rupturas, el hecho educativo y la enseñanza en general, se enfrenta a la discusión sobre el sentido de la educación y la escuela, frente a los avances tecnológicos, la difusión y democratización de conocimientos a través de nuevas tecnologías y el avance de las inteligencias artificiales como forma no solo de difusión sino de construcción de conocimientos.
A partir de ello, el rol docente entra, nuevamente, en la mira de las sociedades. Lo que aquí propongo es poder imaginar al docente como influencer educativo, que no implica necesariamente educar con tecnologías, sino reconvertirnos en figuras influyentes, socialmente reconocidas, desde formas pedagógicas innovadoras, pero también sensiblemente humanas, conscientemente inclusivas y profundamente transformadoras.
Palabras clave: educación, innovación pedagógica, influyente, tecnología, identidades docentes
Introducción
Influencer es una palabra que, si la hubiésemos escuchado hace algunas décadas atrás, habría que definirla o bien, mencionar ejemplos que ayuden a comprenderla. Sin embargo, en la actualidad, es una palabra que podemos escuchar incluso varias veces en un solo día.
Abro Instagram y me aparece un reel sobre una pareja que viaja por el mundo mostrando los mejores lugares para vacacionar. Cierro y entro a TikTok y, un cocinero, o al menos dice serlo, me da la mejor receta para hacer unos ricos sorrentinos. Voy a YouTube y encuentro un tutorial para colocar un estante en la pared, con millones de visitas y miles de comentarios.
Tal vez, quien esté leyendo esto, ya realizó este recorrido por las redes sociales como “pausa” de lectura y, si lo estás por realizar ahora, te espero…
¿Listo? ¿qué encontraste de bueno? si hay una receta de algo dulce para el postre enviámela, aunque no se bien como. ¿Vas a mirar de nuevo?
La escena que relato seguramente haya sucedido en muchos hogares, incluso yo mismo miré el celular en reiteradas oportunidades mientras escribo estas líneas; También sucede en el aula: los educadores y educadoras debemos recurrir a diversas estrategias para lograr la atención de nuestros y nuestras estudiantes. Algunas escuelas incluso han optado por quitar los teléfonos celulares al ingresar al aula, los cuales son devueltos al retirarse. Permítanme dudar acerca de si eso soluciona algo o solo contribuye a distanciar más a nuestras juventudes del acto educativo o de la escuela misma.
Volviendo a las redes (no a mirar el celular, sino al tema de las redes), nuestras y nuestros jóvenes, o incluso nosotros mismos, pasamos muchas horas al día inmersos en ellas, ya sea comunicándonos, mirando una receta, como decía anteriormente, o un tutorial que nos ayude a hacer alguna tarea de la escuela o de la universidad. Personas, especialistas, o supuestos especialistas en distintas y múltiples disciplinas, son material de consulta con una gran recepción de quienes consumen estos videos, podcast, plataformas de streaming, etc. Poseen millones de reproducciones y quienes se dedican a ello, son profesionales que facturan muchísimo dinero e incluso cuentan con auspiciantes. Son influencers, es decir, influyen directamente en quienes lo consumen, o consumimos, y son voz aparentemente autorizada para hablar sobre determinados temas.
Propongo entonces que, inmersos en estos nuevos paradigmas, pensarnos como influencers educativos (Carpenter, 2023). Esto no (solo) implica crear contenido o enseñar desde otros dispositivos. Ser influencers educativos es un posicionamiento ético político de nuestras prácticas educativas. Es, como dice Rafael De Piano, “quebrantar nuestros clichés”. Es, siguiendo al mismo autor, desterritorializar y desterritorializarnos:
“Nos saca del lugar cómodo, etiquetado, cobijado. En la medida que hacemos territorio territorializar, pero la vida también consiste en salirse de él. […] tiene que ver con abandonar los lazos que lo ligan a las representaciones constituidas en una determinada institución, a los modos y a los hábitos que están organizados en una cierta comunidad, para crear nuevos territorios como función fundamental de la vida” (De Piano, 2024:11).
No es algo fácil, lo sé, estamos plagados de prejuicios, de prácticas naturalizadas”. Para quebrantarnos entonces, debemos comenzar por interpelar nuestra propia identidad docente.
Identidades docentes: ¿quién soy?
A menudo me preguntan por qué elegí ser docente. Siempre respondo que me interesó desde que tengo recuerdo, la idea de dejar un legado, una enseñanza, un consejo, para, tal vez, de alguna manera, mejorar la vida de las personas y construir un mundo mejor. Pero también cuando cuento que cosas me inspiraron a serlo automáticamente vienen algunos profesores y profesoras que tuve cuando era estudiante. Recuerdo siempre a un profesor de química, que no nos caía muy bien, no se sabía nuestros nombres, no le interesaba tampoco. Siempre que llegaba lo hacía sin materiales: no llevaba ni mochila, ni apuntes, a veces ni tizas para escribir, pero siempre sabía dónde había quedado la clase anterior y desde donde continuar. nunca necesitó apuntes de respaldo y siempre supo contestar preguntas. Yo lo admiraba, admiraba su conocimiento, su memoria y su forma de explicar, incluso cuando no empatizaba con nosotros. También recuerdo a la hermana de un amigo, que estaba estudiando profesorado de matemática. Siempre me sentaba con ella y me utilizaba para practicar. Explicaba muy bien y era muy amorosa, aunque no sé cómo habrá sido como docente ya que no supe mucho más de ella.
Hoy entonces, intento ser ese docente que quiere cambiar el mundo, que se interesa en generar un vínculo de amorosidad con sus estudiantes, por supuesto, con conocimiento de la disciplina que se enseña, reconociendo diversidades y formas diversas de aprender y enseñar.
Puede que estas formas de pensar o concebir la educación también descansen en tradiciones sobre las cuales hemos transitado nuestra biografía escolar y nuestra formación docente. Maurice Tardif (2012) nos permite contextualizar a partir de conceptualizar tres “eras de la enseñanza”, desde su origen, anterior al siglo XIX y hasta la actualidad:
– La era de la vocación: principalmente en manos de comunidades religiosas, durante siglos XVI y XVIII, con la misión de moralizar y profesar la fe religiosa, con una valoración de las “virtudes femeninas tradicionales” como el amor por los niños, obediencia, devoción, etc. Aparece un primer rastreo de una feminización educativa.
– La era del oficio: desde el siglo XIX, con la consolidación de los estados nacionales, la separación de la iglesia, con contrataciones laborales, salarios, formación específica desde las escuelas normales y en pos de los objetivos del estado.
– La era de la profesión: a partir de 1980 aproximadamente, impulsado desde Estados Unidos, con el objetivo de reducir la carga burocrática y costos educativos, transferencias de recursos y responsabilidades, que en Argentina se llevaron adelante mediante la Ley Federal de Educación en 1993. Estas reformas de corte neoliberal, también incorporaron modelos basados en competencias, con nuevas carreras de enseñanza, principalmente universitarias que conducen a los docentes a considerarlos expertos en pedagogía y aprendizaje.
Por otra parte, María Cristina Davini (1995) distingue tradiciones docentes, que bien pueden situarse en alguna de las tres eras de enseñanza, pero que también forman parte, todas juntas y al mismo tiempo, de nuestra formación:
Una de estas tradiciones es la normalizadora-disciplinadora, cuyo rastro bien pudimos vislumbrar en la contextualización: La idea de “buen maestro” para la homogeneización y civilización, con, además, el ejemplo de los valores morales. Fue fuertemente impulsada desde la consolidación del Estado Nacional a finales del siglo XIX, pero cuya vigencia es bien visible.
La tradición académica por otra parte, comparable con la era del oficio, de fuerte influencia positivista, propone que la formación de los docentes debe centrarse fuertemente sobre la disciplina que enseñan, y descree de la formación pedagógica.
Finalmente, la tradición eficientista, situada en la era de la profesión, durante el periodo desarrollista iniciado por la década del 60, cuya finalidad es llegar a una sociedad industrial moderna, al servicio de lo económico.
Todas estas tradiciones que, muchas veces, en términos de Bourdieu, funcionan como habitus naturalizados en toda la comunidad educativa. Y “la seño” está constituida de todas estas tradiciones, y más, ya que, no olvidemos, el hecho que mayoritariamente la docencia esté conformada por mujeres no es un dato al azar…
Respecto a nuestra biografía escolar y profesional, Antonio Bolivar (s.f.) analiza cómo las historias de vida forman parte de la construcción de la identidad profesional docente:
Una historia de vida se construye integrando todos aquellos elementos del pasado que el sujeto considera relevantes para describir, entender o representar la situación actual y enfrentarse prospectivamente al futuro. Las historias de vida explicitan y hacen visibles (para sí mismo y para otros) aquel conjunto de percepciones, intereses, dudas, orientaciones, hitos y circunstancias que han influido y configurado, de modo significativo, quien se es y por qué se actúa como se hace. (Bolívar, A. s.f.:2)
Para el autor, las historias de vida forman parte del complejo entramado que representa la identidad docente, que no es estable, sino que es una construcción continua: “suele ser resultado de un largo proceso por construir un modo propio de sentirse profesor, al tiempo que dar sentido a su ejercicio cotidiano” (p. 7). Es un proceso continuo de experiencias, entre la propia biografía escolar y la praxis como profesional docente. Siempre incluso manifiesto lo mismo: también mi identidad docente está siendo constituida por mis propios estudiantes, sus realidades, sus experiencias, sus miedos, sus intereses, etc.
Bolívar propone entonces, al menos cuatro niveles en los cuales delimita el proceso de identidad docente, de manera, afirma, anidada y complementaria:
(a) Un primer marco general, común a todas las profesiones; (b) un núcleo “base” común a todos los docentes, llamado a veces “conocimiento base”, como conjunto de saberes necesarios para la docencia; (c) uno específico de etapa (Infantil, Primaria o Secundaria); y (d) uno último, que singulariza los anteriores, a nivel individual: construcción de un saber profesional propio, fruto de una trayectoria biográfica y profesional particular, como han puesto de manifiesto los análisis biográficos (Bolivar, s.f.:10).
En resumen, la identidad docente se encuentra en permanente construcción, ello implica, no solo como nos percibimos como docentes, sino quienes además queremos ser como docentes, y ello implica siempre, un posicionamiento, que nunca es neutral, y que es absolutamente político.
¿Qué es un influencer educativo?
El término influencer educativo fue definido por Jeffrey P. Carpenter en 2023, orientado a aquellos educadores que interactúan con sus estudiantes a través de las redes sociales. Incluso TikTokers que realizan videos de muy corta duración explicando algún contenido. Bueno aquí se trata de otra cosa…
Todos anhelamos ser un docente desde algún posicionamiento. Muchas veces vemos alguna película educativa como Writers of freedom (2007), o Detachment (El profesor) (2011), por mencionar alguna y deseamos ser ese tipo de docente, transformador, a veces utópico. Ese docente, esa producción cinematográfica, también tiene un posicionamiento, que jamás es ingenuo.
De acuerdo con Myriam Southwell y Alejandro Vassiliades, la categoría de posición docente se compone de “la circulación de los discursos que regulan y organizan el trabajo de enseñar, y se refiere específicamente a los múltiples modos en que los sujetos enseñantes asumen, viven y piensan su tarea, y los problemas, desafíos y utopías que se plantean en torno de ella” (Southwell y Vassiliades, 2014: 4).
Este posicionamiento, afirman los autores, si bien está establecido desde una posición vincular y afectiva, también implica una dimensión ético-política.
Al mismo tiempo, se enfrenta a los contextos sociales y políticos, los cuales, el rol docente, el debate por los contenidos o los distintos modelos o enfoques educativos se encuentran en la opinión pública y medios de comunicación, oficiando de evaluadores, o brindando opiniones, a veces sin conocimiento o fundamentos, sobre que debe y no debe hacer un docente o como mejorar la calidad educativa.
Los cambios en el contexto macro refieren entre otros al aumento de exigencias que se le hacen al docente quien debe asumir cada vez más responsabilidades. La literatura contemporánea describe una serie de características muy variadas y a veces contradictorias de lo que se consideran las cualidades que debe tener un docente. Algunas refieren al conocimiento y los valores que maestros y profesores deben poseer para desarrollar en los alumnos, a lo que se agrega el manejo de métodos de enseñanza relacionados con los contenidos, las competencias comunicacionales que les permitan interactuar con alumnos, padres, colegas; el dominio de técnicas relacionadas con los avances más modernos de las tecnologías de la información y la comunicación, las competencias para la investigación y la reflexión acerca de sus prácticas (Vaillant, 2007:2).
Denise Vaillant evidencia además que, los docentes encuentran la mayor satisfacción en la actividad de enseñanza en sí misma y en el vínculo afectivo con los alumnos. Así muchos docentes citan como principal fuente de satisfacción el cumplimiento de la tarea y los logros pedagógicos de los estudiantes (p. 10). Es por ello que considero que debemos posicionarnos desde una perspectiva, no tan novedosa, pero cuya terminología está siendo utilizada en diversos ámbitos, con resultados favorables. Propongo convertirnos en influencers educativos.
Diariamente el término influencer aparece en algún ámbito. Personas que hacen tutoriales de YouTube, plataformas de streaming, invitados a programas de televisión cuya palabra y opinión es legitimada, o incluso, revistas que destacan a personalidades influyentes. La revista Time, por ejemplo, destaca anualmente a las personalidades más influyentes dentro de las cuales se encuentran políticos, deportistas, empresarios, y, rara vez, algún docente. Ser influencer entonces es volver a posicionarnos como personas influyentes, valga la redundancia, para nuestros estudiantes y para la sociedad en su conjunto. Que nuestra palabra, cruelmente deslegitimada y vapuleada desde medios de comunicación, el Estado, económica y socialmente precarizada, vuelva a ser relevante y de referencia para nuestras juventudes. Ya no (solo) desde el conocimiento, eso parece ya ser monopolio de los teléfonos celulares, internet y la inteligencia artificial. En todo caso, celebremos el acceso y la democratización del conocimiento global a través de estos dispositivos y herramientas, pero elevemos el valor del diálogo, del encuentro, de la humanidad y de aprovechar la oportunidad de crear nuevas narrativas. En palabras de Carlos Skliar:
Esta época ha capturado nuestros pensamientos al interior de micro-narrativas mezquinas e indiferentes, rápidas discusiones sometidas a una grieta creada de antemano, la pérdida de la conversación y la narración. Una conversación y una narración hechas solamente de posiciones ya consagradas y rígidas parece ser efectiva en términos de una disputa individual pero no es generosa para lo colectivo. Creo entonces que saldar esta deuda –o incluso autocrítica- consiste en comprender las comunidades educativas como lugares y tiempos distintos en los que todavía es posible conversar, narrar y saber de un modo comunitario, colectivo y públicamente. […] No solo existe el mundo actual o el mundo actualizado, también está el mundo de lo perdido, de lo lejano, de lo enterrado antes de tiempo, de lo olvidado. Recomenzar, entonces, es entrar al mundo de lo múltiple. Y los educadores y educadoras somos, quizá, artesanos de recomienzos (Skliar, 2024:6).
Lo influyente es colectivo
Un influencer educativo puede utilizar plataformas, redes sociales, o lo que desee, pero también puede, y, sobre todo, debe serlo dentro del aula. Ser un influencer dentro del aula implica un posicionamiento. Implica generar, desde diversas estrategias, siempre desde el vínculo, siendo referente de palabra autorizada y legitimada para hablar de determinados temas. Ser influencer educativo es la reivindicación del trabajo docente, con narrativas actuales, con herramientas actuales.
Lo complejo es que, para ser influencer educativo no alcanza solo con el posicionamiento individual. Se necesita de toda la comunidad educativa apoyando y enalteciendo el rol docente. Se necesitan políticas que favorezcan las condiciones laborales y un discurso conciliador con la educación en general y con el rol docente en particular.
La idea de posición docente implica considerar a los sujetos docentes en su pluralidad, heterogeneidad y complejidad, lo cual requiere descartar la posibilidad de plantearnos como una entidad homogénea y anclada en fundamentos lineales, ahistóricos y de validez trascendente (Southwell y Vassiliades, 2014:4).
Vivimos en tiempos donde la mirada acerca del quehacer educativo, del rol docente e incluso de la escuela misma está siendo cuestionada. O más bien, diría que toda época es una época de crisis para la educación, la cual se enfrenta a nuevas tecnologías, nuevas pedagogías, nuevos contextos. En la que la mirada sobre el rol político de lo educativo se encuentra en boga de parte de la sociedad y medios de comunicación. Sobre el supuesto adoctrinamiento y la aparente neutralidad que debemos tener los docentes, como si no fuéramos parte de la sociedad, como si quisieran censurarnos o, nuevamente, como si no quisieran que fuéramos influencers, como si nuestros argumentos, nuestros conocimientos u opiniones sobre temas de los que, además, muchos y muchas somos especialistas.
La comunidad educativa siempre genera un plano de resistencia, de interrupción, e incluso de rebeldía, en las formas de traducir e interpretar los lineamientos generales a los territorios y tiempos particulares. La tarea o el oficio educativo no consiste únicamente en adaptarse a las exigencias de una época sino, fundamentalmente, en mostrar sus claroscuros, sus sombras, sus tinieblas (Skliar, 2024:4).
Para finalizar, pensando en nuevos comienzos
Si llegaste hasta acá quiere decir que algo de lo escrito te ha resonado, que aunque hayas mirado una y otra vez el celular has podido interpelar tus propias prácticas, o futuras prácticas y, estando de acuerdo o no, estas líneas son un llamado para que juntos, toda la comunidad podamos transformar la educación. Para que reconciliemos nuestras diferencias, para que, siendo siempre críticos, trabajemos en forma conjunta para lograr una educación de calidad. Los educadores y educadoras desde el compromiso que demostramos a diario a nuestras y nuestros estudiantes, llevando nuestra tarea al paradigma de ser influencers. A nuestros gobernantes, enalteciendo a la educación, desde las políticas de estado que favorezcan las condiciones de trabajo, no solo desde lo económico, que es sumamente importante, sino, además, que no se coloque como enemigo de la educación pública, y, si bien puede criticar la tarea docente, debería acercarse a través del diálogo, conociendo las realidades que atravesamos a diario y nuestros compromisos. A los sindicatos, favoreciendo estos acercamientos, alejándose de posiciones dogmáticas y muchas veces partidarias, sesgadas, que no auspician ningún (necesario) cambio. A los medios de comunicación que muchas veces llevan mensajes confusos o incorrectos de tipo “ahora los estudiantes no repiten”, muchas veces contribuyen al desánimo y a fomentar mayor distancia entre la escuela y sociedad.
Hay una suerte de responsabilidad ética que nos cabe como educadoras y educadores. Esto a veces se entiende más como un conjunto de respuestas individuales y yo creo que las respuestas educativas siempre se dan en comunidad, es decir, que no se trata solamente de una decisión soberana de cada maestro, de cada maestra, sino que nos obliga a un replanteo comunitario. Justamente para evitar el temor y el dolor reinante y para encontrar unas palabras e ideas colectivas que den abrigo, refugio y potencia y nos alejen del abismo (Skliar, 2024:4).
Bibliografía
Bolívar, A. (s.f.). «Las historias de vida y construcción de identidades profesionales». Texto a publicar (en portugués) en libro coordinado por María Helena Abrahão. Porto Alegre Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul.
Brailovsky, D. (2023). «Escenas singulares, entre la experiencia y el lenguaje». Clase 10. Módulo 2. En Diploma Superior en Pedagogías de las Diferencias. Buenos Aires: FLACSO Argentina.
Davini, M. C (1995/1997/2001). “Tradiciones en la formación de los docentes y sus presencias actuales». En: La formación docente en cuestión: política y pedagogía. Buenos Aires: Paidós.
De Piano, R. (2024). «¡Quebrantar nuestros clichés!». Clase 6. Módulo 2. En Diploma Superior en Pedagogías de las Diferencias. Buenos Aires: FLACSO Argentina.
Skliar, C. (2024). «Educación, comunidad, resistencia». Clase 10. Módulo 2. En Diploma Superior en Pedagogías de las Diferencias. FLACSO Argentina.
Southwell M. y Vassiliades A. (2014) «El concepto de posición docente: notas conceptuales y metodológicas», en Educación, Lenguaje y Sociedad, ISSN 1668-4753 Vol. XI Nº 11.
Tardif, M (2012) “El oficio docente en la actualidad. Perspectivas internacionales y desafíos a futuro”, en Poggi, M (coord.) Políticas docentes: formación, trabajo y desarrollo profesional. Buenos Aires: IIPE UNESCO.
Vaillant, Denise (2007). “La identidad docente. La importancia del profesorado”. Ponencia presentada en I Congreso Internacional “Nuevas Tendencias en la Formación Permanente del Profesorado”. Barcelona.
[I] Gustavo Hidalgo: Licenciado en Educación (UNQ). Diplomado Superior en Pedagogía de las Diferencias (FLACSO Argentina). Maestrando en Ciencias Sociales con orientación en Educación (FLACSO Argentina). Docente en niveles Secundario, Superior Universitario y No Universitario.
