Redes sociales en China. La información como instrumento de poder

Por: Mauricio Demarco

Resumen:

En la República Popular China, las redes sociales se desarrollan en un entorno fuertemente regulado por el Estado, que ha promovido la creación de un ecosistema digital propio, desvinculado de las plataformas occidentales. Aplicaciones como WeChat, Weibo y Douyin reemplazan a Facebook, Twitter e Instagram, desempeñando funciones similares bajo una estricta supervisión gubernamental. El control estatal se manifiesta tanto en la moderación de contenidos como en el seguimiento de los usuarios, restringiendo la libertad de expresión y consolidando las narrativas oficiales. A pesar de estas limitaciones, las redes sociales locales tienen una alta penetración en la población y forman parte integral de la vida cotidiana. De este modo, el gobierno combina herramientas tecnológicas con mecanismos de censura para garantizar la estabilidad social y fortalecer su legitimidad.

Palabras clave: censura, redes sociales, China, WeChat, control estatal

Este trabajo se enmarca en una investigación sobre los usos sociales y las dinámicas de audiencia en las plataformas digitales chinas, las cuales presentan particularidades tecnológicas y culturales significativas. Se abordan las principales diferencias con respecto a las redes sociales de occidente, incluyendo el análisis del llamado “Gran Cortafuegos”, como estrategia estatal de filtrado y control de la información en línea. Asimismo, se examina el fenómeno de WeChat como una aplicación multifuncional que integra comunicación, entretenimiento y servicios. El estudio incluye entrevistas con los periodistas especializados en China Gustavo Ng y Néstor Restivo, con el abogado y analista internacional Gerardo Soria, y con Mauricio Buisedera, ciudadano argentino residente en Shanghái desde hace dieciocho años, quienes aportan una mirada calificada sobre el contexto sociopolítico y tecnológico del país asiático.

Las redes sociales en China: un sistema autónomo, eficiente y estratégico

Nos proponemos en este informe introducir al lector en el complejo y singular universo de las redes sociales en la República Popular China, con el objetivo de ofrecer una aproximación inicial a un sistema que, si bien difiere significativamente del que predomina en los países occidentales, se destaca por su modernidad, eficiencia y alto grado de integración en la vida cotidiana de su población. Lo que en nuestras sociedades se ha naturalizado como parte del uso diario de dispositivos digitales —la interacción constante con plataformas de comunicación y entretenimiento— adquiere en el contexto chino características distintivas que merecen ser analizadas en profundidad.

La investigación incluyó el estudio del sistema de redes sociales en China y la realización de entrevistas a diversos actores con conocimiento y experiencia en el tema. Entre ellos se destacan los periodistas Néstor Restivo y Gustavo Ng, especialistas en la cultura y la política del país asiático, quienes han publicado extensamente sobre las transformaciones en el vínculo entre China y América Latina. Asimismo, se incorporó la perspectiva ciudadana de Mauricio Buisedera, un ciudadano argentino residente desde hace dieciocho años en Shanghái, dedicado al comercio internacional, quien compartió su experiencia sobre el uso cotidiano de aplicaciones locales y las diferencias con las plataformas desarrolladas por empresas occidentales como Meta. Por último, se sumó la mirada del abogado y analista internacional Gerardo Martín Soria, residente en la ciudad de Colón (Buenos Aires), quien aportó un marco conceptual desde el derecho y las relaciones internacionales. La intención de este trabajo es analizar el funcionamiento de las plataformas de comunicación, redes sociales y mensajería instantánea en un país con más de 1.400 millones de habitantes, donde el desarrollo tecnológico y el control estatal conviven en un delicado equilibrio.

En la actualidad, China se posiciona como uno de los países con mayor penetración tecnológica y digital, tanto por el tamaño de su población como por el rol protagónico del Estado en el fomento a la innovación. Esta tendencia se refleja en un mercado interno dinámico, una clase media en expansión y un sistema científico-tecnológico robusto, sustentado en universidades, centros de investigación y políticas públicas orientadas al desarrollo. En este contexto, las redes sociales cumplen una función estratégica, no solo como herramientas de comunicación, sino también como instrumentos de gestión del orden social, consolidación de narrativas oficiales y fortalecimiento de la soberanía digital.

Según sostiene Mario Quinteros, consultor en la ciudad de Guangzhou, en una entrevista publicada por Página/12, “el auge tecnológico y la frenética aceptación de su población a la era digital es un dato destacable de la China actual”, lo que, a su entender, constituye una de las causas del enfrentamiento entre el modelo chino y los intereses de las potencias occidentales. La expansión de estas tecnologías ha transformado las condiciones de vida de la población urbana y ha creado nuevas formas de vinculación, consumo y participación, que no pueden comprenderse sin atender a los factores culturales, históricos y políticos que las configuran.

En este sentido, Néstor Restivo destaca que “China siempre ha entendido la necesidad de ser soberana en muchas cuestiones, también por su distancia cultural e idiomática con Occidente. Han tomado lo que les sirve y lo resignificaron para ellos”. Esta lógica también se refleja en el ámbito digital: el ecosistema de redes sociales chinas ha replicado, adaptado y reformulado modelos extranjeros, como los casos de WeChat en relación a Facebook, o Baidu frente a Google. Estas plataformas no son meras imitaciones, sino desarrollos profundamente integrados a la lógica del sistema chino, tanto en lo tecnológico como en lo político y lo cultural.

Diferencias estructurales con Occidente

El modelo de redes sociales en China difiere significativamente del vigente en los países occidentales, tanto por razones políticas como culturales, económicas e idiomáticas. En la República Popular China, el ecosistema digital se encuentra profundamente influenciado por el Estado, que ejerce un férreo control sobre los contenidos, los usuarios y las plataformas. Aplicaciones como WeChat, Weibo y QQ dominan el mercado local, pero su funcionamiento está regulado por mecanismos de censura y vigilancia estatal. A través del denominado “Gran Cortafuegos”, el gobierno limita el acceso a redes sociales extranjeras como Facebook, Twitter o YouTube, restringiendo así el contacto directo con usuarios internacionales y preservando una esfera de comunicación interna altamente controlada.

Para comprender más a fondo las razones que sustentan esta política de soberanía informativa, se consultó al periodista y antropólogo Gustavo Ng, fundador del medio especializado DangDai. Ng sostiene que “el gobierno chino fue muy consciente, desde un principio, de que las redes sociales existen para obtener información de los usuarios, información que luego se utiliza con fines económicos, políticos e ideológicos”. En este sentido, argumenta que China decidió restringir el ingreso de redes occidentales para evitar que empresas como Meta o X Corp (propiedad de Elon Musk) accedieran a un mercado de datos tan valioso como el que representan más de 1.400 millones de ciudadanos.

Asimismo, Ng destaca otros factores que condicionan este modelo autónomo: “El idioma es una barrera estructural para la interacción con usuarios no chinos, y también hay una dimensión ideológica que el gobierno busca resguardar. Prohibir las plataformas extranjeras fue una forma de evitar la injerencia cultural de Occidente”. Esta perspectiva permite entender por qué, aun cuando plataformas como Twitter o Instagram no están disponibles en China, no generan una demanda significativa: “No tienen ‘cause’ en Twitter, pero tampoco lo necesitan —afirma Ng—. Tienen herramientas más sofisticadas y adaptadas a la forma de pensar del mundo chino”.

En contraste, en los países occidentales —particularmente en Estados Unidos—, las redes sociales funcionan en un entorno más liberal, con menor intervención estatal directa pero con creciente influencia corporativa. El enfoque allí se orienta hacia la expresión individual, el contenido viral y la construcción de audiencias masivas. En cambio, las plataformas chinas privilegian una lógica más comunitaria y funcional, centrada en la comunicación entre grupos cercanos, servicios integrados y la eficiencia cotidiana.

Finalmente, Ng concluye que las diferencias entre ambos modelos no son únicamente técnicas o regulatorias, sino que reflejan una disputa más profunda de carácter geopolítico: “La guerra con Estados Unidos es ideológica, pero sobre todo comercial. China protege su mercado, sus herramientas y su visión del desarrollo. Ese es el marco central en el que debe analizarse el diseño de sus redes sociales”.

WeChat y el capital de los datos personales

Durante años, Estados Unidos ha dominado el escenario global de las redes sociales mediante plataformas como Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y LinkedIn. Estas aplicaciones han generado una fuerte penetración global, modelando hábitos de consumo, interacción y circulación de información. Sin embargo, en el contexto chino, plataformas como WeChat y Weibo han ganado una popularidad generalizada, consolidándose como herramientas centrales en la vida cotidiana de la población.

En el proceso de investigación sobre el ecosistema digital chino, la referencia inmediata y reiterada fue WeChat. Esta aplicación, creada en 2011 por Tencent, ha evolucionado desde un servicio de mensajería hacia una plataforma multifuncional que integra comunicación, redes sociales, servicios financieros, compras en línea, pagos, transporte y reservas. A la fecha, cuenta con más de 330 millones de usuarios activos solo en China.

Mauricio Buisedera, argentino de 46 años que reside en Shanghái desde hace casi dos décadas y se dedica a la importación tecnológica, describe la experiencia del usuario promedio: “Utilizo WeChat para comunicarme con mis clientes y con gente de China. Dentro de la aplicación tenés tus momentos, donde podés subir fotos, algo parecido a Facebook, pero también sirve para pedir comida, un auto, o pagar servicios. Básicamente, con la aplicación podés hacer lo que quieras”. Además, Buisedera aporta una reflexión clave sobre la autosuficiencia tecnológica del país: “Tienen sus redes sociales porque no les interesan otras. Tienen capacidad propia y un público que es inmenso. Recorro otros países, pero creo que China es distinto a todo. Copian lo de Occidente y lo hacen mucho mejor”.

WeChat podría entenderse como una combinación entre WhatsApp, Facebook, Mercado Pago y Uber, pero con un nivel de integración superior. Esta centralidad de funciones ha permitido que, especialmente desde el inicio de la pandemia de COVID-19, se reduzca notablemente el uso del dinero en efectivo. Un informe de CNN publicado en 2021 indica que en 2011, cuando se lanzó la aplicación, solo el 40 % de la población tenía acceso a internet, mientras que hoy WeChat es la red dominante en un país que lidera el crecimiento de la conectividad móvil a escala global.

El periodista Néstor Restivo subraya el peso que tiene este modelo en un mercado tan vasto como el chino: “Las redes propiamente chinas son de un uso tremendo. Hay una enorme cantidad de cibernautas, incluso superior al resto del mundo. Eso de por sí es una explicación contundente. El mercado interno es lo suficientemente rentable y sólido. No requieren de agentes externos, y mucho menos si son empresas de Estados Unidos, donde el botín de los datos es fundamental”.

El éxito de estas plataformas no puede entenderse sin el respaldo del gobierno. No solo se impulsa el uso de herramientas como WeChat y Weibo, sino que también se aplica un estricto bloqueo a muchas aplicaciones extranjeras, especialmente aquellas pertenecientes al conglomerado Meta. La intervención del Estado incluye regulaciones específicas sobre el contenido: el Ministerio de Cultura y Turismo y la Administración Estatal de Radio y Televisión exigen que los influencers posean títulos habilitantes para hablar de ciertos temas, como parte de una campaña de “limpieza” y control de la narrativa en el entorno digital.

También se prohíbe de manera explícita la publicación de contenidos que puedan afectar la imagen del Partido Comunista Chino o de su líder, Xi Jinping. Este marco regulatorio es interpretado en Occidente como una forma de censura, aunque, según Néstor Restivo, no debe analizarse de manera simplista: “No hay mayores problemas en usar las redes occidentales. De hecho, los académicos, los funcionarios o los diplomáticos las utilizan. Que no esté habilitado no quiere decir que no se vulnere. Hay momentos de coyuntura, como puede ser una reunión del Partido Comunista Chino, donde hay cierta agitación y hay como un rigor en los controles, hasta hay bloqueos, pero no es un sistema invulnerable”.

Aunque WeChat es el centro del ecosistema digital chino, existen otras aplicaciones ampliamente utilizadas. Entre ellas se destaca Weibo, considerada la versión china de la red X (ex Twitter). Weibo también está restringida al uso dentro del país y permite una interacción pública similar, con énfasis en contenidos virales, comentarios y participación social, aunque siempre bajo supervisión estatal.

De acuerdo a un artículo publicado por el Diario El Universal (México), en junio de 2023, se desprenden una serie de comparaciones entre el universo Meta y las apps asiáticas. Según dicho relevamiento, podemos decir que Douyin es similar a TikTok y Bilibili es el hermano chino de YouTube, ambas plataformas más vinculadas a lo audiovisual, las transmisiones en vivo y la aparición de influencers que proponen productos para fijar tendencias. Para la compra de ropa, elementos para el hogar o insumos de tecnología existe una aplicación que se conoce como Taobao, que además genera innumerable mano de obra a repartidores que recorren todas las ciudades entregando productos, aunque principalmente sitios como Beijing y Shangai, en este caso la firma está asociada con SF Express.

Para profundizar este punto, en otro pasaje de nuestra charla con Mauricio Buisedera nos explica cómo se acostumbró a utilizar las apps chinas sin perder sus perfiles en las redes de occidente: “Cuando ya no podías hacer nada sin tener redes sociales, yo tenía un teléfono con Wechat y, a la vez, con las redes habituales con las que me contacto con mis familiares y amigos, especialmente de Argentina. Son universos tan distintos que ahora tengo un celular para cada tipo de sistema. Me resultaba difícil poder conjugarlo desde un solo aparato”.

El Gran Cortafuegos: control, regulación y censura en la red

Una de las características distintivas del ecosistema digital en China es el exhaustivo control estatal del flujo de información. Esta política se materializa en lo que se conoce como el Gran Cortafuegos, un sistema de vigilancia, censura y bloqueo de contenidos extranjeros que regula la conexión entre la red nacional y el resto del mundo. Iniciado en 1998 y consolidado como mecanismo operativo en 2008, este sistema impide el acceso a múltiples plataformas y servicios globales, incluyendo Google, Facebook, YouTube, Twitter, Instagram y diversas herramientas de búsqueda o correo electrónico, como Gmail o Drive.

El bloqueo de Facebook en 2009, tras los disturbios en la región de Xinjiang, y la posterior salida de Google del país debido a los límites a la libertad informativa, constituyen hitos de este proceso. El Gran Cortafuegos permite bloquear direcciones IP, manipular resultados de búsqueda, redirigir tráfico y monitorear de forma constante a todos los proveedores de servicios de internet, lo que limita profundamente el acceso a contenidos que el gobierno considera sensibles. Esto incluye críticas al Partido Comunista Chino, referencias a líderes políticos o la difusión de material considerado contrario a los principios de la Constitución.

Según un artículo publicado en octubre de 2022 por el diario peruano La República, el sistema de filtrado actúa como una barrera tecnológica que regula el tráfico entrante y saliente del país, bloqueando el acceso a determinados sitios web y restringiendo búsquedas de palabras clave. De esta forma, se configura un entorno informativo autónomo, blindado ante las dinámicas globales de la red.

Para el residente argentino Mauricio Buisedera, que lleva casi dos décadas viviendo en China, el Gran Cortafuegos no representa una limitación insalvable. Su análisis apunta a una lógica de autosuficiencia cultural y tecnológica: “Podés usar las redes de Occidente comprando VPN (redes privadas virtuales), pero el sistema está diseñado para demostrarte que no son necesarias. Si vos sos chino, no tenés ganas de ver otra cosa que, además, no está pensada para un chino”. En este sentido, el cortafuegos no solo funciona como un límite técnico, sino también como un símbolo de soberanía tecnológica y orientación cultural interna.

No obstante, los mecanismos de control estatal van más allá del filtrado. En junio de 2024, el periodista argentino Axel Marazzi, en un artículo para la revista Periodismo Humano, reveló nuevas iniciativas de la Administración del Ciberespacio de China orientadas a profundizar la moderación previa de los contenidos en línea. Según el borrador oficial al que tuvo acceso, todas las publicaciones—incluyendo comentarios, respuestas, mensajes en transmisiones en vivo y contenidos multimedia—deberán ser revisadas antes de ser visibles en la red. Esta medida supondría un incremento sustancial de la censura previa y una drástica reducción de la libertad de expresión digital.

Marazzi explica que, para cumplir con estas exigencias, las empresas tecnológicas que operan en China destinan grandes equipos humanos a la supervisión de contenidos. ByteDance, por ejemplo, creadora de TikTok, emplea más personal verificador que desarrolladores. Otras plataformas, debido a la magnitud de esta tarea, optan por tercerizar estos servicios. El objetivo del Estado es claro: garantizar que todas las expresiones en línea se alineen con los principios y valores promovidos por el Partido Comunista Chino. “El gobierno chino está constantemente revisando y mejorando el control que tiene, sobre todo en redes sociales, e incrementando las restricciones”, sostiene Marazzi.

En conclusión, el Gran Cortafuegos constituye mucho más que una herramienta técnica de control: se trata de una estrategia estructural que configura la experiencia digital de millones de ciudadanos y reafirma la soberanía informativa del Estado chino frente al dominio tecnológico occidental. Este modelo plantea desafíos y preguntas sobre la libertad, la privacidad, el acceso a la información y los límites de la intervención estatal en los entornos digitales contemporáneos.

La argumentación geopolítica y los lineamientos del Partido Comunista Chino

Como cierre del informe, si reflexionamos sobre la triada Partido – Estado – Sociedad en vinculación con los paradigmas que se introducen en la esfera social y, sobre todo económica, hay una aceptación enormemente positiva en la mayoría de la población china.

Se trata de un escenario que puede tener ciertos límites, pero siempre va en avanzada y con un horizonte de conquistas que están planificadas por el Partido Comunista Chino, la mayoría previstas en los programas de evolución democrática y bienestar social proyectadas a largo mediano y largo plazo.

Para profundizar la idea sobre los lineamientos básicos del PCCh dialogamos con Gerardo Martín Soria, abogado que reside en la ciudad bonaerense de Colón y es un analista de política internacional que participa como columnista en espacios periodísticos de varios medios comunitarios (Emisora Colón o Colón Media). Nos expresó su mirada sobre el contexto político en el que anclan los límites y el funcionamiento particular de las redes sociales en China: “Si planteamos el contexto geopolítico, en una proyección a futuro, China no está en un momento de estabilización, sino en un período de proyección económica y militar”.

Es que el país de oriente, en materia de comercio internacional es la segunda potencia del mundo, pero aspira a liderar ese ranking. En el cumplimiento del centenario de la Revolución Comunista China, que va a ser en 2049, pretenden en el 2035 a ser la primera potencia mundial: “No sé si lo van a lograr, pero su objetivo es crecer 4,5% por año y todo indica que pueden hacerlo. Esos son los objetivos del Partido Comunista Chino del último Plan Quinquenal. En ese contexto, el análisis del funcionamiento de las redes tiene su explicación. No son para nada abiertos. Toda la libertad que tienen ellos está limitada por el objetivo del PCCh”, indica Soria. Hay una apertura de capitalismo, de liberalismo económico, de ascenso de clases sociales y demás, pero con un fuerte control del partido: “Ese cerrojo en las redes tiene que ver con esa política. Y los chinos siguen creyendo en el aspecto subjetivo, porque son marxistas. El marxismo tiene dos grandes visiones económicas y filosóficas, lo que llaman las condiciones subjetivas como son la miseria y la explotación y las condiciones objetivas para hacer una revolución, que es cuando toman conciencia de esa situación social, por lo tanto, ellos como marxistas siguen creyendo que ganarle la subjetividad al pueblo puede ser peligroso y hasta contrarrevolucionario. Es lo que se llama la manipulación de la opinión pública. Después la opinión pública encuentra su verdad, pero en un momento se puede manipular. En ese primer momento, hasta que sale la verdad, generaste subjetividad. Ellos creen en eso”, asegura el entrevistado, al tiempo que cierra con una explicación sobre el entorno político: “Tienen una sociedad avanzada, en cierto punto con características occidentales, muy modernos en lo económico. Pero bajo la conducción de una autocracia que es el PCCh. Todo el debate hay que darlo dentro del Partido Comunista. Eso es central para el análisis. No se concibe la sociedad por afuera de ese escenario”.


[I] Mauricio Demarco: Técnico Universitario en Gestión de Medios Comunitarios (UNQ). Estudiante de la Maestría en Periodismo y Medios de Comunicación (UNLP).