Introducción
La plaza principal de la ciudad de Quilmes está situada entre las calles Mitre, Sarmiento, Alsina y Rivadavia. Trazada en la primera década del siglo XIX, tuvo varios nombres hasta que en la década de 1950 tomó el actual de Plaza San Martín. Alrededor encontramos la catedral, declarada lugar histórico por la Comisión Nacional de Monumentos, y la primera escuela primaria de la localidad.
La plaza, centro de reunión para distintos eventos, cuenta con una cantidad de monumentos, monolitos y placas recordatorias dedicadas a distintos personajes y momentos históricos. Enfrente de la catedral, la placa recordatoria de la Revolución de Mayo dice que el pueblo de Quilmes prestó juramento en esa plaza a la Primera Junta de Gobierno, el 10 de junio de 1810. El monumento que da nombre a la plaza es el del General San Martín, y es el más grande de todos; le sigue en tamaño el de las Madres de Plaza de Mayo, y luego encontramos el que homenajea a Carlos Morel, quien fue un pintor quilmeño. También se encuentra el busto de Sarmiento, la escultura “Waca Sagrada” en homenaje a los indios Kilmes y un pequeño bloque que honra a los bomberos voluntarios. En recuerdo a los caídos en Malvinas se erige el “Ara Belgrano”.
En el presente trabajo, nos interesa detenernos en dos de estos monumentos: el del general San Martín y el de las Madres de Plaza de Mayo. El abordaje toma en cuenta los distintos momentos políticos y sociales que nos permiten determinar cómo el uso del espacio público a través de los monumentos constituye una herramienta de divulgación histórica. La elección de los monumentos que presenta el trabajo está relacionada con la idea de comparar la representación histórica de dos momentos bien diferentes en nuestro país.
Monumento al general San Martín
El monumento muestra la imagen de San Martín en su caballo sobre un pedestal de mármol, el frente cuenta con una placa dedicatoria del pueblo de Quilmes datada en 1946, y un bajorrelieve donde podemos observar al prócer junto a su nieta. En los laterales hay cuatro figuras simbólicas: el guerrero, el destino, el pensador y la bondad; tales son los nombres elegidos por el escultor. A su vez, en la parte posterior aparece un bajorrelieve que contiene la figura de una mujer ofreciendo una rama de olivo.
El emplazamiento del monumento estuvo signado por distintos acontecimientos que duraron casi dos décadas. En agosto de 1933, el Concejo Deliberante de Quilmes presentó un proyecto para la instalación de una estatua dedicada al prócer argentino, que quedó archivado por casi diez años[1]. En 1940 se creó la Comisión Honoraria a través de un decreto que expresaba como fundamentación: “[…] es un deber de las Autoridades Públicas rendir homenaje y conservar vivo el recuerdo de los grandes próceres creadores de nuestra nacionalidad” (Paravano, 2020, p. 4). Ese mismo año, se colocó la piedra fundamental. En 1942 se designó una nueva comisión debido a la renuncia de su presidente y se realizó el concurso para la elección de la maqueta. De los quince proyectos que se presentaron el ganador fue la “La espada” del escultor Antonio Sassone. El monumento se realizaría con aportes privados y no podría superar los 100.000 pesos moneda de curso legal. Se necesitarían ocho mil kilos de bronce, una buena parte fue donada por el mismo artista. En julio de 1946 la estatua fue colocada sobre el pedestal; sin embargo, no llegó a inaugurarse. El Instituto Nacional Sanmartiniano, basándose en fotografías que había recibido por parte de la comisión, realizó ciertas observaciones. Como consecuencia no fue aprobado por la institución. Sassone criticó al instituto por no haber visitado su taller para ver la obra. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante, firmó un decreto prohibiendo la inauguración del monumento que permaneció cubierto en la plaza hasta 1950. A pesar de las gestiones de vecinos y del autor, ese mismo año fue trasladado hasta el Corralón Municipal. En 1954 en su lugar se emplazó una réplica ecuestre estilo “Daumas”, un artista francés, que había realizado un monumento del libertador en Chile y el primero en la Argentina situado en la Ciudad de Buenos Aires en 1862.
Entre los años 1956 y 1958, distintas instituciones y el mismo Sassone continuaron realizando gestiones para que “La espada” pudiera volver a su sitio en la plaza. El escultor solicitó, además, que el Instituto Nacional Sanmartiniano determinara cuáles eran las deficiencias que tenía el monumento, ya que creía que no se trataba de defectos en la obra, sino de cuestiones políticas:
Afirmo que la persecución de la que ha sido objeto la obra que con cariño he creado y construido como homenaje al Gral. San Martín lo fue por las órdenes impartidas por la esposa del tirano depuesto por la Revolución Libertadora y motivadas por mis permanentes ideales democráticos […][2].
Cuando Sassone se refiere a la esposa del tirano está hablando, sin nombrarla, de Eva Perón. Sin embargo, hasta lo expuesto en este trabajo podemos suponer que el problema del emplazamiento fue más allá del gobierno peronista, ya que el artista escribió una carta al presidente Frondizi en 1958 pidiendo que se restableciera el monumento en la plaza, sin obtener una respuesta afirmativa. Recién en 1964, el Concejo Deliberante votó para que el monumento fuese emplazado en su lugar original tras la ordenanza N° 3108 promulgada en octubre. En septiembre de 1965, luego de 19 años, fue inaugurado formalmente. Acudieron al acto el propio Sassone, el intendente Dr. Raúl Alfonso Buján, representantes del Instituto Sanmartiniano y personajes relevantes de la cultura. En tanto, la estatua ecuestre de “Daumas” fue donada a la recién autónoma localidad de Berazategui. Esta se colocó en la plaza que se encuentra en la avenida Mitre entre las calles 6 y 7. En la inauguración participaron autoridades municipales de Quilmes y Berazategui, el ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, varias instituciones educativas y vecinos de la zona[3].
Las gestiones para emplazar el monumento que da nombre a la plaza San Martín, como expresamos en párrafos anteriores, comenzaron en los años treinta, década en que tiene su origen la creación de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. Ricardo Levene, miembro de la nueva escuela histórica, gestor y presidente de la primera comisión, sostenía que: “[…] Los museos históricos contienen los valores superiores de la patria, y los monumentos y lugares enriquecen la tradición de un pueblo y definen su personalidad moral…” (Pagano, 2014, p. 45). Nora Pagano (2014) postula que la valorización de lugares y objetos componentes de una cultura histórica se transmiten por medio de distintos soportes, entre ellos los monumentos. Según la autora, en los años cuarenta persistía, al igual que en el siglo XIX, la necesidad de generar en la población “sentimientos de pertenencia y patriotismo mediante la exaltación de héroes” (Pagano, 2014, p. 47). Además, la comisión compartía ese “sentimiento patriota” que se reflejaba, según la autora, en la cultura histórica. La misión social de esta última, según palabras de Levene, tenía un fin educativo: “Haciendo conocer los grandes hechos y los grandes hombres y [haciendo] amar esa incorpórea deidad, la imagen encendida de la patria” (Pagano, 2014, p. 50). Sin lugar a dudas, San Martín entra en la categoría de esos “grandes hombres”. Sin embargo, generar una cultura nacional, continúa Pagano, supuso la existencia de un público homogéneo sin conflictos imperando la idea de “tradición” y reforzando la identidad nacional en los bienes históricos que debían preservarse. Por consiguiente, quedó fuera una porción significativa de la población y sus relatos históricos, como por ejemplo la indígena.
A partir de fines de la década de los ochenta, con la recuperación democrática, comenzó a pensarse la identidad nacional con base en la diversidad étnica. En la reforma constitucional de 1994, se reconoce a los pueblos indígenas a partir de los derechos sobre la tierra y la educación. La plaza refleja esta cuestión en los monumentos emplazados por esa época, por ejemplo, el monolito al Waca del año 1999 y la placa conmemorativa a la cacica Isabel Pallamay[4] del año 2003. Además, en la década del 2000, la agenda política y social tuvo una fuerte connotación en lo referido a los derechos humanos y lo vemos reflejado en la plaza con el segundo monumento más grande en homenaje a las Madres de Plaza de Mayo que detallamos a continuación.
Monumento a las Madres de Plaza de Mayo
Durante la última dictadura cívico-militar, un grupo de mujeres comenzaron a reunirse a partir de la desaparición forzada de sus hijos por parte de la dictadura. Al no tener respuestas del gobierno ni de la justicia, comenzaron a marchar todos los jueves en la Plaza de Mayo, mientras continuaban con las peticiones ante el Ministerio del Interior, para conocer el paradero de sus hijos. “Las locas de la plaza”[5] conformaron un movimiento de alcance internacional desde donde bogaron por los derechos humanos. Para visibilizarse decidieron colocarse un pañal en la cabeza, que representaba a sus hijos, para luego convertirlos en un pañuelo, símbolo de lucha y resistencia. En agosto de 1979, el movimiento se institucionalizó como una asociación; formalización que les permitió el reconocimiento nacional e internacional (Gorini, 2021).
A partir de 1982, las madres quilmeñas decidieron que, además de marchar los jueves en Plaza de Mayo, lo harían también los viernes en la plaza San Martín de Quilmes, pidiendo por los desaparecidos de la ciudad. Unos años antes, un grupo de madres de la zona se contactaron con el obispo de la ciudad, Monseñor Novak[6], quien fue un personaje de gran ayuda para la visibilización, en plena dictadura, de los reclamos que en ese momento eran: “Aparición con vida de los detenidos y juicio y castigo para los culpables”. Por la entrevista que realizamos a Cristina Cabib[7], hoy presidenta de la Comisión Permanente de Homenaje a las Madres de Plaza de Mayo de Quilmes, supimos que en las primeras marchas realizadas en octubre de 1982 los manifestantes no superaban las diez personas[8]. En la pared del centro cultural El Galpón[9], se puede leer que desde esa fecha las rondas las siguen haciendo ya no solamente por los desaparecidos, sino también “por todos los derechos humanos, la represión indiscriminada, la trata de personas, el maltrato de las mujeres, la represión sobre jóvenes, etc”. La comisión para la construcción del monumento de la plaza se formó en 2006. Según cuenta Cabib, la idea comenzó a partir de un escrito solicitado por el PCR (Partido Comunista Revolucionario) que contaba la historia de las “Madres Quilmes”. De esta manera, en un nuevo aniversario del golpe de Estado en el 2005, junto a otras organizaciones sociales y distintos sindicatos, surgió la idea de emplazar un monumento en la misma plaza donde se realizaban las marchas. Ese año consiguieron la aprobación por parte de la municipalidad, quien subsidiaría el monumento, no sin ciertos obstáculos burocráticos. La convocatoria se realizó en el 2006, y en las bases del concurso para ejecutar la escultura, publicadas el 6 de marzo, se expresan los objetivos:
[…] reflejar y recrear en la memoria colectiva del pueblo de la zona, la heroica lucha de estas Madres, que marcharon en Quilmes por la aparición con vida de sus hijos y familiares detenidos – desaparecidos y por el juicio y castigo a los culpables. Entendiendo su importancia no sólo como parte de la historia de luchas de nuestro pueblo, sino también como presente y de cara a las futuras generaciones[10].
Se presentaron cerca de 20 proyectos de distintos artistas de la zona y en junio de ese mismo año se reunió un jurado formado por artistas notables de la comunidad: Diana Dowen, María Juana Heras Velasco y Oscar Stáffora[11], junto a miembros de la comisión. En un acto y exposición realizado en la Universidad Nacional de Quilmes, se anunciaron los premiados: el primer lugar lo obtuvo la maqueta del monumento “Siguen marchando”, de Horacio Dowbley[12]; el segundo lugar fue para la obra de Jorge Leveroni, “Vuelo libertario”, mientras que el tercer puesto fue para “Ronda de los pañuelos” de las artistas Cánepa, Gándara y Miorín. En la fundamentación tanto urbana como artística que realizó el autor de la obra ganadora, y hoy emplazada, expresaba que:
La idea es que parezca que están recorriendo la plaza en todo momento, reflejar que su lucha no ha terminado. Se puede visualizar desde cualquier ángulo ya que una forma pura y de más de cuatro metros se ve a más de cien metros, y el juego de claros y sombras le va otorgando el movimiento propuesto[13].
Para realizar el monumento, se utilizó hormigón armado y sus medidas son: 400 x 300 x 430 cm, dando la idea de movimiento y que la lucha continúa, según expresa su autor. Está compuesto por tres pañuelos: el más alto representa a los ideales que guiaron a las madres; el segundo, a la unidad y hermandad, y el tercero representa el tesón en los años de lucha. La piedra fundamental fue colocada el 11 de septiembre del 2006. En la placa puede leerse el nombre del monumento, su autor y la fecha de su emplazamiento, 27 de octubre; fecha próxima a la conmemoración de la primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo en Quilmes[14]. Finalmente, el monumento fue emplazado el 3 de noviembre del mismo año en las esquinas de las calles Rivadavia y Mitre. Participaron de su inauguración, además de miembros de la comisión y el autor, distintos organismos de derechos humanos, sindicatos, alumnos de escuelas, junto a vecinos y vecinas de la localidad. En la actualidad, el mantenimiento del monumento está a cargo de la municipalidad. Cabe destacar que es uno de los pocos en la plaza que no está cercado por rejas. Si bien en ocasiones aparece con señales de vandalismo, Cristina Cabib expresó que prefieren que siga sin cercar dado que para ellos es un monumento que le “pertenece al pueblo” y por lo tanto desean que pueda ser admirado sin ningún tipo de impedimento. Hoy en día alrededor del monumento se realizan distintos homenajes. En el 2022, se colocó una placa conmemorando a las madres quilmeñas ya fallecidas, en esta se puede leer: “A todas las que con su lucha nos enseñaron a nunca bajar los brazos”. Las rondas que se realizan el cuarto viernes de cada mes dan vuelta simbólicamente en torno al monumento de las madres para dirigirse luego al centro de la plaza, ya que hoy en día se juntan más de 500 personas en apoyo a su lucha, que ya es de todos los argentinos[15].
El emplazamiento del monumento a las Madres coincide con el momento político donde los derechos humanos formaron parte importante de la agenda de gobierno. Durante el mandato de Néstor Kirchner, se promulgó la Ley 25.779 que declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida[16] y Punto Final[17]. Estas leyes y sobre todo el indulto, a través de decretos del entonces presidente Carlos Menem en 1989, determinaron en cierto modo la impunidad de los militares que habían sido responsables de la desaparición forzada y muerte de miles de argentinos, como así también de la apropiación de bebés, que hasta la actualidad siguen sin aparecer y recobrar su identidad. Se inicia, de esta manera, un período donde se abren nuevos juicios para los responsables de la última dictadura militar, la más sangrienta que tuvo nuestro país.
A modo de conclusión
Analizando estos dos monumentos emplazados en la plaza San Martín de la localidad de Quilmes podemos notar cómo la historia tiene relación con el espacio público y la visibilización de diferentes actores relevantes del pasado nacional. Aun cuando en el presente trabajo fueron detallados solamente dos monumentos, la plaza cuenta con varios más: el busto de Sarmiento o el mástil con la bandera son de la década de los sesenta, mientras que el de los pueblos originarios o los combatientes de Malvinas corresponde a fines de los noventa, y el de las Madres y bomberos voluntarios data de la década del 2000. Los distintos momentos históricos son reflejados en la plaza San Martín de Quilmes, según la agenda política y social, definiendo así los actores históricos que se representarán en forma de monumentos en el espacio público.
En los años treinta, época del emplazamiento del Monumento al General San Martín, podemos identificar que hacer historia tenía, en palabras de Cattaruzza (2003), una función social para así fortalecer la “conciencia nacional” en la población. Algunos miembros de la nueva escuela histórica ocuparon cargos gubernamentales sobre todo en educación. Esto es relevante porque la escuela, según el autor, sería la formadora de “identidades colectivas en clave nacional” (p. 125) y para ello la historia ocuparía un lugar importante, de la misma manera que el espacio público y la construcción de monumentos. Podemos observar a los héroes nacionales reflejados en la plaza, tanto el de San Martín como el busto de Sarmiento que datan de la misma época.
En su trabajo sobre la Comisión Nacional de Monumentos, Nora Pagano (2014) expresa que en los años noventa se innovó la normativa sobre los lugares del patrimonio histórico. Este período, continúa la autora, estuvo marcado por otorgar visibilidad a distintos actores y la necesidad de conceder al patrimonio un sentido democrático, sustituyendo de alguna manera al monumento como memorial que mantenga viva la memoria, trasmitirla y a su vez resignificarla. El monumento “Siguen marchando” tuvo y tiene esto como objetivo.
Los derechos humanos, la memoria y aquellos actores sociales más allá de los próceres que fueron parte de la historia toman relevancia tanto política como social y comienzan a ser representados en el espacio público y considerados por la comunidad científica: la academia.
Referencias bibliográficas
Agnelli, H. (2 de octubre de 2013). El monumento al libertador obra de Antonio Sassone en la plaza San Martín – Peripecias de un emplazamiento (1933-1965), El Quilmero. Recuperado de: https://elquilmero.blogspot.com/
Cattaruzza, A. y Eujanian, A. (2003). Políticas de la historia. Argentina 1860-1960. Madrid-Buenos Aires: Alianza Editorial.
Gorini, U. (2021). La rebelión de las madres: Historia de las Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Editorial Octubre.
Pagano, Nora. (2014). La cultura histórica argentina en una perspectiva comparada. La gestión de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos durante las décadas de 1940 y 1990. Anuario TAREA, 1. Paravano, M. (2020). El viaje inverso. Italianos que llegaron a estudiar a Argentina: el caso de Antonio Sassone y el monumento al General José de San Martín. XII Jornadas Estudios e Investigaciones. Artes Visuales, Teatro y Música. El arte y la multiculturalidad.
[1] No se pueden establecer a través de las fuentes los motivos por los cuales el proyecto estuvo archivado tanto tiempo.
[2] Expediente Nº16973/56 (citado en Paravano, 2020).
[3] http://www.perspectivasur.com/3/56675-las-andanzas-del-monumento-al-gral-jos-de-san-martn-de-
[4] Cacica de los Quilmes de la Reducción entre los años 1708 y 1718.
[5] El apodo fue manifestado por el periodista francés Jean Pierre Bousquet, quien dio seguimiento a las madres en los comienzos del movimiento.
[6] Obispo de Quilmes desde el año 1976, fue cofundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, desde donde denunciaba las violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura.
[7] Su hermano es quien desapareció bajo la última dictadura cívico militar, fue sustraído de su casa el 11 de noviembre de 1976. Su madre fue integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo hasta su fallecimiento.
[8] Entrevista personal a Cristina Cabib realizada en agosto de 2022.
[9] En la actualidad El Galpón, centro cultural y sede de la comisión, tiene su propio lugar en Quilmes Oeste, gestionado ante la municipalidad por dicha comisión, no sin trabas burocráticas mediante.
[10] http://www.ctabsas.org.ar/archivo/actualidad/Historia-de-las-Madres-de-Plaza-de
[11] Diana Dowen, es una pintora argentina nacida en Buenos Aires, activista por los derechos humanos que se ven reflejados en la mayoría de sus obras. María Juana Heras Velasco, oriunda de Santa Fe, fallecida en 2014, participó en varios concursos artísticos y muchas de sus obras fueron concebidas para ocupar el espacio público. Oscar Stáfora, artista quilmeño, fue director de varios museos de la zona. Sus obras suelen estar expuestas en lugares no convencionales como, por ejemplo, la calle peatonal de Quilmes.
[12] Cabe destacar que según nos cuenta la presidenta de la comisión, Dowbley continuó siendo de gran ayuda en el Centro Cultural, ya que al mudarse era literalmente un galpón. El autor, además de escultor, era arquitecto y remodeló el lugar para poder ser utilizado con el sentido de servir así a la comunidad.
[13] http://www.horaciodowbley.com.ar/madres_quilmes.html
[14] Recorte del diario Perspectiva Sur del martes 12 de septiembre de 2006, en el cuadernillo que guarda la Comisión.
[15] https://pcr.org.ar/nota/ronda-de-las-madres-de-plaza-de-mayo-de-quilmes-5/
[16] La Ley de Obediencia Debida (23.521) de 1987 establecía la inimputabilidad de aquellos miembros de las Fuerzas Armadas subordinados dado que se limitaban a obedecer las órdenes de sus superiores.
[17] La Ley de Punto Final (23.492), promulgada en 1986, estableció un límite de tiempo para la acusación y procesamiento de los militares.