Primero, el breakdance. El rol de las películas en la recepción del hip hop en Argentina (1984-1986)

Por: Christian Nahuel Barrios [I]

Resumen

A mediados de la década de los setenta surgió un movimiento cultural que impactó en primera instancia en Estados Unidos y luego en el mundo. Como algunas intervenciones periodísticas y académicas han señalado, la primera generación de practicantes de esta cultura hip hop en Argentina estuvo asociada al breakdance (Biaggini, 2020; Muñoz, 2018). Sin embargo, estos trabajos precedentes basaron sus afirmaciones fundamentalmente en testimonios y prestaron poca atención a las vías concretas a través de las cuales la información sobre este tipo de baile y la cultura hip hop en general llegaron al país. A partir de un relevamiento de fuentes hemerográficas, este artículo busca dar cuenta de cuáles fueron esas formas en las que el breakdance se dio a conocer. Las publicaciones consultadas son el suplemento “Sí”del diario Clarín, el diario Tiempo Argentino, la revista Somos, la revista Pelo y la revista Siete Días. La hipótesis que se plantea es que el breakdance comenzó a desarrollarse en Argentina gracias al estreno de una serie de películas de Hollywood que mostraron al público local su existencia y sus formas. A pesar de que la cultura hip hop suele ser mayormente asociada con el rap, esta práctica aparecería recién a finales de los años ochenta. Si se trata de contar la historia del hip hop local, se puede afirmar que primero fue el breakdance.

Palabras clave: hip hop, Argentina, breakdance, películas, recepción.

Introducción

A mediados de la década de los setenta surgió un movimiento cultural que impactó en primera instancia en Estados Unidos y luego en el mundo. Se trata del hip hop, expresión cultural que se compone de cuatro elementos: breakdance (baile), rap (canto), dj (música) y graffiti (pintura callejera) (Forman y Neal, 2004). Como algunas intervenciones periodísticas y académicas han señalado, la primera generación de practicantes de esta cultura hip hop en Argentina estuvo asociada al breakdance (Biaggini, 2020; Muñoz, 2018). Sin embargo, estos trabajos precedentes basaron sus afirmaciones fundamentalmente en testimonios y prestaron poca atención a las vías concretas a través de las cuales la información sobre este tipo de baile y la cultura hip hop en general llegaron al país. A partir de un relevamiento de fuentes hemerográficas, este artículo busca dar cuenta de cuáles fueron esas formas en las que el breakdance se dio a conocer. Las publicaciones consultadas son el suplemento “Sí”del diario Clarín, el diario Tiempo Argentino, la revista Somos, la revista Pelo y la revista Siete Días. La hipótesis que se plantea es que el breakdance comenzó a desarrollarse en Argentina gracias al estreno de una serie de películas de Hollywood que mostraron al público local su existencia y sus formas. A pesar de que la cultura hip hop suele ser mayormente asociada con el rap, esta práctica aparecería recién a finales de los años ochenta. Si se trata de contar la historia del hip hop local, se puede afirmar que primero fue el breakdance.

La llegada del breakdance a la Argentina se desarrolló, en realidad, a través de dos vías de entradas complementarias. En primera instancia, hubo una serie de películas de hip hop que se estrenaron a mediados de los ochenta y que conquistaron a la audiencia argentina: Flashdance (1983), Breakin (1984), Breakin 2 (1984) y Beat Street (1984). Todos estos filmes se relacionaban con el hip hop aunque no todos los elementos de esta cultura eran mostrados en primer plano. En dichas películas, el componente principal era el baile y por lo tanto el elemento predominante era el breakdance. Si bien no era catalogado como tal, sino más ampliamente como danza urbana. La excepción, como se verá, era Beat Street que, aunque estaba fundamentalmente centrada en el baile, también presentaba otros elementos de la cultura hip hop como el graffiti, el breakdance y el rap. El segundo momento ocurrió con la aparición de Michael Jackson y su impacto dentro de la industria musical global y de nuestro país. Lo más llamativo del cantante no fue solamente su exitoso álbum Thriller (1982): sus movimientos de baile también causaron revuelo. La recepción de la música y el baile de Michael Jackson en nuestro país fueron simultánea a la del breakdance. Significativamente, ante la desinformación que rondaba en torno a la cultura hip hop, Jackson fue catalogado por los diferentes medios de nuestro país como el principal exponente y precursor del breakdance. Cabe señalar que, por motivos de espacio, este segundo momento no será analizado en este trabajo, que se centrará en las películas ya mencionadas y su recepción por el público argentino.

La propuesta de este artículo es analizar al hip hop en tanto fenómeno local, identificando sus particularidades en un contexto global. Como principal herramienta metodológica se utilizan fuentes hemerográficas, lo que marca una diferencia con trabajos previos que, como ya se ha dicho, han narrado la historia del hip hop a partir de fuentes testimoniales. En la primera parte del trabajo se describen las diferentes películas que ingresaron al mercado nacional. Luego se describe cómo los medios hemerográficos recibieron estas películas y presentaron al hip hop. Por último, se analizan en profundidad las diferentes propuestas de las películas y la información que estas brindaron a los jóvenes argentinos sobre el hip hop entre 1984 y 1986.

Las películas como primera vía de entrada del hip hop a la Argentina

La expansión del hip hop en Argentina sucedió a través del cine que brindó información sobre lo que estaba sucediendo en Estados Unidos. Las primeras películas estadounidenses que ingresaron a nuestro país: Flashdance (1983), Breakin (1984), Breakin 2 (1984) y Beat Street (1984). Estos films tuvieron un papel fundamental a la hora de mostrar de qué se trataba el hip hop y cuáles eran sus elementos (breakdance, graffiti, rap y dj). Sin embargo, estas películas no tenían una función documental, sino que eran producciones de Hollywood que elegían centrarse en el breakdance. Este elemento predominó en los ochenta luego de la explosión de los graffitis en los setenta (Chang, 2017). Así, a través del cine, el breakdance fue presentado como danza urbana más que como breakdance en sí mismo, y por lo tanto poco y nada se supo en principio sobre el breakdance o el hip hop más allá de su llamativo estilo de baile. Es decir que el hip hop y sus elementos estuvieron en un segundo plano en estas películas y solo se primó el baile. Los primeros jóvenes argentinos que intentaron emular los movimientos que veían realizar a los protagonistas de estas películas conformaron la primera generación de b-boys[1] en la Argentina.

Una de los primeros filmes vinculados con el hip hop, que se estrenó el 15 de abril de 1983 en Estados Unidos, fue Flashdance. Esta película dirigida por Adrian Lyne, que fusionaba el breakdance con la danza, se convirtió en la tercera más taquillera del año logrando recaudar 92 millones de dólares a nivel mundial e inauguró una tendencia de Hollywood que en los próximos años estrenaría otras películas sobre el hip hop[2]. Alexandra “Alex” Owens (Jennifer Beals) es la protagonista de Flashdance, una soldadora de dieciocho años que aspira a convertirse en bailarina profesional pero no tiene ningún tipo de educación formal. Mientras entrena para cumplir su meta, ella trabaja como artista en un cabaret nocturno. La trama de la película recorre todas las dificultades que la protagonista deberá transitar para hacer realidad su sueño. Alex logra mejorar su estilo de baile con los movimientos que va estudiando y practicando, pero además incluye al breakdance que ha visto en las calles de Pittsburgh. Así, el breakdance que había surgido como una práctica colectiva de baile es desvinculada de su origen y pasa a estar relacionada con el sueño personal de una mujer que busca transcender las barreras de clase.

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La publicidad de la película Breakin en la sección de espectáculos del diario Clarín de 1984. Fuente: Clarín (domingo 5 de agosto de 1984), “Espectáculos”, p. 12.

Un año después, el 4 de mayo de 1984 fue lanzada en Estados Unidos Breakin, película que tenía como objetivo explotar el creciente interés de los medios de comunicación y el público por la cultura hip hop. Se trata de una película con coste relativamente bajo en cuanto a producción y se convirtió en la decimoctava película más taquillera de ese año. Generó más de 38 millones de dólares en taquilla, superando producciones como The Terminator y Scarface[3]. El filme tuvo tanto éxito que solo algunos meses después, el 19 de diciembre de 1984, se lanzó Breakin 2. La primera película había sido dirigida por Joel Silberg, mientras que la segunda fue dirigida por Sam Firstenberg.

En Breakin, Kelly (Lucinda Dickey) es una joven bailarina de jazz y se vuelve una “bailarina callejera” cuando conoce a Ozone (Adolfo “Shabba Doo” Quiñones) y Turbo (Michael “Boogallo Shrimp” Chambers) y se propone acercar el breakdance al ámbito institucional. Es así como el grupo lucha contra la resistencia de la danza académica clásica y también contra otros equipos de baile callejero. Si bien se hace referencia al breakdance en el título de la película, siempre se describe como “danza callejera”, mientras que el rap, el graffiti y el dj son borrados o subordinados a roles periféricos.

Breakin tuvo un notable éxito en Estados Unidos y esto permitió que fuera estrenada en otros países como Argentina, Chile (Rodríguez, 2020), Colombia y México (Tickner, 2006). En nuestro país la película apareció en cartelera bajo el título Breakdance y, según las fuentes, fue la que más éxito tuvo de las cuatros películas mencionadas. En Buenos Aires llegó a congregar 301.000 espectadores en once días en solo nueve salas. A su vez, el 18 de julio de ese mismo año ingresó al mercado el disco de vinilo de la banda sonora de la película que vendió más de 600.000 unidades con un promedio sostenido de veinticinco discos por día en las disquerías céntricas[4] y recaudó 31 millones de dólares en cuestión de días.

Por último Beat Street, estrenada el 8 de junio de 1984, es una película de producción semiindependiente que fue dirigida por Stan Lathan. Se reclutaron a los mejores dj, raperos y bailarines del ambiente en esa época: Dj Kool Herc, Afrika Bambaataa y The Soul Sonic Force, Jazzy Jay, Zulu Queens Lisa Lee y Sha Rock, Melle Mel, The Treacherous Three, Doug E. Fresh, Rock Steady Crew, New York City Breakers y The Magnificent Force. El guion fue escrito por Steven Hager, un periodista muy respetado y uno de los primeros en cubrir las noticias de las escena del rap y el graffiti en el diario Daily News, de Nueva York, y en publicaciones alternativas como Village Voice, East Village Eye y Soho News.

El argumento principal de la película se basa en el impulso competitivo de los practicantes de hip hop, de las tensiones generacionales, raciales y de clase que dicha cultura fomentaba. El filme trata sobre dos hermanos del sur del barrio neoyorkino del Bronx (Kenny y Lee) y sus grupos de amigos, quienes están involucrados en la cultura hip hop. Cada personaje se centra en un elemento del hip hop. Kenny Kirkland es un disc jockey de pasión y MC (maestro de ceremonias), su hermano menor Lee es un b-boy que baila para un grupo llamado New York City Breakers. Buscando triunfar, Kenny participa en una batalla de b-boys televisada para ganar popularidad y llegar a bailar en el famoso club Roxy. Beat Street se filmó en Nueva York y se destacaron lugares que eran significativos para las comunidades residentes allí. Esta película tuvo un importante éxito en Argentina, tanto es así que la banda sonora de la película vendió más de medio millón de discos en quince días[5].

La recepción del breakdance a través de los diarios y revistas locales

Los jóvenes argentinos pudieron acceder a información sobre el hip hop yendo a ver las películas mencionadas, pero también leyendo los diferentes medios hemerográficos que cubrieron el fenómeno del breakdance. La revista Pelo, que estaba orientada hacia un público que consumía rock, fue una de las primeras que informó sobre estas películas. En julio de 1984, en la sección “Flashes”, anticipaba que se estrenaría en Buenos Aires una película que estaba batiendo récords de público en los Estados Unidos[6]. Además de mencionar quiénes eran los protagonistas de Breakin (Lucinda Dickey, Adolfo Quiñones, Michel Chambers, Ben Lokey y Christopher MacDonald), la nota ofrecía algunos datos sobre sus primeras tres semanas de proyección, destacando que había recaudado solo en los Estados Unidos más de veintinueve millones de dólares en mil salas. Por otra parte, señalaba que la banda sonora del filme había vendido más de dos millones de copias en apenas dos semanas. En cuanto al baile, la revista traducía la palabra “breakdance” como “baile rompedor” y hablaba sobre sus orígenes. Se trataba, según se explicaba, de un estilo que no había nacido en los salones de baile ni en las discotecas, sino en las calles, de ahí su denominación de “danza callejera”. La nota informaba que el breakdance era la pasión actual de los estadounidenses, quienes se reunían en grupos en las calles y parques para bailar frenéticamente, y explicaba cuáles eran las características principales de este estilo de baile: creatividad y agilidad. En su breve descripción del argumento de la película, quedaba claro que esta última abría la posibilidad de que los jóvenes argentinos comenzaran a bailar este nuevo estilo: “Es una sucesión de clases prácticas de baile en las que los espectadores aprenden la técnica de la danza callejera”[7].

La importancia del estreno de estas cuatro películas para el desarrollo del hip hop local y particularmente del breakdance quedó demostrada en una entrevista que el diario Tiempo Argentino les realizó a algunos jóvenes que habían comenzado a bailar breakdance en 1984[8]. Eran ellos quienes daban cuenta de la influencia de las películas para comenzar a practicar dicha disciplina. Ricardo Shimabukuro (14 años) sostenía que había sido Flashdance la película que lo había inspirado a comenzar a bailar. Incluso aclaraba que hasta entonces no le gustaba el baile y que lo consideraba algo de “gays”, pero que luego de ver la película había cambiado de opinión. Cuando se le preguntaba sobre cuáles eran sus ídolos, Hernán Velardi (12 años) contestaba que Turbo, el protagonista de Breakdance, de quien decía haber aprendido “casi todo”. También mencionaba a “Owsound” (este nombre no está en la película, lo más similar es Ozono), el compañero de Turbo. Ricardo Shimabukuro respondía que sus ídolos eran los tres protagonistas principales de Breakdance y Jennifer Beals de Flashdance. María Raquel Fernández (11 años) mencionaba a Michael Jackson y a “los de Breakdance”, mientras que Ricardo Ahnberg (17 años) mencionaba a Michael Jackson, Flashdance y Breakdance, película esta última que había visto seis veces para aprender a bailar. Por último, Alejandro Castro (11 años) se refería a Turbo y “Owsound” como sus ídolos. Así, los primeros practicantes locales de breakdance desconocían por completo a quienes habían sido actores centrales en la construcción de la cultura del hip hop estadounidense, a pesar de que muchos de esos exponentes aparecían en las películas. En cambio, los jóvenes argentinos reconocían como referentes del hip hop a los actores de las películas y a Michael Jackson.

Los diarios y revistas de la época, además de informar sobre el breakdance, también buscaban definir el fenómeno. La revista Somos publicó una nota sobre el breakdance tratando de explicar de qué se trataba este nuevo baile[9]. Tal como lo explicaba, lo que buscaba era investigar los orígenes del fenómeno y por qué vías se había extendido. Bajo el título de “Alma alegre y huesos rotos”, la nota en cuestión aludía a la forma en la que los bailarines contorsionaban su cuerpo para realizar los diferentes tipos de movimientos. La capacidad física era postulada como una condición a la hora de realizar los movimientos del breakdance, lo cual explicaba por qué estaba orientado hacia un público joven.

En esta misma nota, el breakdance era presentado como una moda mundial que estaba llegando a la Argentina: “Esto recién empieza. Esperen a que llegue el verano: todos los que puedan mover el esqueleto van a bailar el break dance”. La revista citaba a un vendedor de una disquería de Lavalle, llamada Ecco, que explicaba que las disquerías que más vendían eran las que estaban junto a los cines. También destacaba el carácter etario de los primeros practicantes de hip hop, fundamentalmente adolescentes, quienes según la nota habían provocado un récord de ventas para las disquerías en el Día del Niño: “Los pibes se vuelven locos con esto del breakdance”, sostenía otro vendedor[10]. Y no solo de discos: rápidamente, el mercado argentino fue inundado por una producción material de elementos asociados al nuevo baile: ropa, radiograbadores, longplays, cassettes, vinilos. El gran auge comercial que el breakdance había producido a pocos meses de llegar a la Argentina llamaba la atención de la prensa y de los comerciantes.

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Banda original de sonido de la película Beat Street en formato cassette (1984). Fuente: https://www.discogs.com/es/release/24588704-Various-Beat-Street-Banda-Original-De-Sonido-De-La-Pel%C3%ADcula-Volume-1

Ciertamente, tanto los periodistas como los comerciantes parecían compartir la creencia de que el breakdance era solo una moda y, como otras modas, tendría un período de vigencia para luego desaparecer. Más aún, los medios daban voz también a ciertos detractores, que argumentaban que el breakdance era “una forma de penetración subliminal. No tiene nada que ver con nosotros. Si lo copiamos es porque no tenemos identidad nacional”. Este estigma de música extranjera e “imperialista” será uno de los principales obstáculos que tendrá el hip hop para instalarse como cultura local, ya sea por el breakdance o el rap. Tal como había sucedido con el rock algunos años atrás, los críticos del breakdance lo veían como una penetración cultural de los Estados Unidos tratando de imponerse en el mercado nacional.

Sin embargo, como la revista Somos sostenía, si el breakdance era una moda, lo cierto era que “como otras” también dejaría “su impronta más o menos duradera”. Así, al tiempo que señalaba que el breakdance era una parte de un fenómeno mundial que se estaba esparciendo en diferentes países como Inglaterra, España, Francia, la nota destacaba al conurbano sur de Buenos Aires como uno de los lugares en los que más había impactado el nuevo baile, instalándose en lugares como Electric Circus (Quilmes) y El Templo (puente Avellaneda). Esto permite matizar lo que postula Biaggini (2020), quien localiza el surgimiento del breakdance en la zona oeste, específicamente en Morón.

Por otra parte, el breakdance no solo expandiría la cultura hip hop a través del baile, sino que también los primeros practicantes se volverían luego raperos en los noventa. Tal es el caso de Jazzy Mel, quien llegó a grabar dos álbumes; Mc Ninja, que también tendría cierto éxito en la industria musical; Mike D, que participaría en el grupo Bola 8, y Derek y Mc Frost, que fueron integrantes del Sindicato Argentino del Hip Hop. El punto en común entre estos diferentes artistas es que pertenecieron a La Morón City Breakers y La Caballito City Crew. Todos estos grupos se habían formado luego de la llegada de las películas de Hollywood que presentaron el breakdance al público argentino (Biaggini, 2020; Ralph 74 DJ, 2021).

El breakdance como fenómeno local

Según Monteyne Kimberley (2013), existen dos categorías de películas musicales: “El verdadero musical de hip hop” y “el musical de hip hop superficial”. En la primera categoría, que incluye un corpus de películas como Wild Style, Beat Street, Rappin’ y Krush Groove, el conjunto de prácticas culturales que define hip hop (rap, breakdance, graffiti y dj) es el principio organizador de las películas. También se utilizan lugares identificables del centro de la ciudad y se proponen relatos sobre la vida de los habitantes pertenecientes a diferentes comunidades que revelan la pobreza de la vida del gueto. Estas películas también muestran cómo los habitantes del barrio se unen de diferentes maneras no convencionales destacando el carácter democrático del proceso en el cual todos participan en espectáculos de música y danza.

La segunda categoría, el musical de hip hop “superficial”, incluye las películas más taquilleras, como Breakin, Breakin 2, Flashdance, Delivery Boys, Body Rock. Estos filmes hacen referencia a aspectos selectos de la cultura del hip hop y cuentan con bailarines de breakdance o practicantes de “street dance” como personajes principales. Lo que lo distingue de la primera categoría es que el énfasis pasa de exponer las condiciones sociales del centro de la ciudad a destacar números coreografiados de baile. Estas películas reducen la centralidad del graffiti como práctica clandestina, del rap como ejercicio comunitario y del arte de dj, y se concentran en utilizar la energía y el interés visual en el breakdance. Además, este tipo de musical de hip hop muestra en menor medida la imagen del gueto del centro de la ciudad y casi no presenta imágenes explícitas de lugares urbanos reconocibles.

A los fines del presente artículo, esta última categoría es la más importante ya que describe las características de las películas que llegaron a nuestro país y permite entender por qué el hip hop en Argentina se desarrolló en sus comienzos a través del breakdance. A través de las dos categorías presentadas, la autora intenta dar cuenta de cómo la cultura hip hop fue apropiada por Hollywood presentando películas estereotipadas exentas de conflictos raciales y sociales.

Las películas, si bien informaron sobre la cultura hip hop, también presentaron las tensiones que se gestaron en Estados Unidos en cuanto al breakdance. Los filmes reflejan la lucha entre la cultura del hip hop y la mercantilización de la performance del baile. Además, la dicotomía entre danza profesional y danza “urbana”, que es uno de los argumentos que recorre Breakin y Flashdance. Tanto en una como en otra, la protagonista es una bailarina que sueña con ser profesional y se vale del breakdance para poder traer un aire de novedad a su propio estilo de baile. Kimberley (2013) también da cuenta de estos conflictos:

A medida que el arte del breakdance atrajo la atención nacional a principios de la década de 1980, fue redefinido continuamente por una negociación entre la cultura callejera ‘auténtica’ y los brazos proteicos del poder institucional (la academia de ballet, la publicidad y las revistas de danza) que intentaron captar control sobre su significado y lugar dentro de la vida americana (p. 46).

Estas disputas que se estaban gestando en Estados Unidos son presentadas por los filmes. Sin embargo, el caso argentino estuvo exento de estas tensiones. Los jóvenes no se identificaban con los conflictos de raza o sociales que se estaban viendo en ese país. En cambio, la audiencia se centró en los característicos pasos que realizaban los protagonistas para luego tratar de emularlos, además de tratar de reconocer a los músicos que participaban. De hecho, MC Ninja sostuvo que iba al cine a verla cinco veces seguidas (Biaggini, 2021). Por otra parte, los cines fueron espacios de sociabilización, donde los b-boy iban a ver las películas para aprender sobre el breakdance, pero también era un punto de encuentro con otros b-boys, fomentando la formación de grupos.

En el mismo sentido, Tickner (2006) plantea que el hip hop se convirtió, a través de las películas, en un producto de la comercialización por los circuitos globales capitalistas, desnaturalizado de su expresión cultural original. Sin embargo, este fenómeno se vio contrarrestado por las prácticas de reapropiación que tuvieron los jóvenes argentinos en función de su contexto. En consecuencia, la cultura hip hop se desplaza en los espacios geográficos, articulando casos locales y permitiendo la construcción de nuevas identidades y sentimientos colectivos.

Estas películas “superficiales” fueron el punto de inicio para muchos jóvenes argentinos y abrieron la posibilidad de acceder a información sobre el movimiento hip hop que estaba sucediendo en el Bronx. A su vez, habilitaron el desarrollo del hip hop local e influyeron directamente en sus particularidades generando que, en nuestro país, el elemento predominante fuera el breakdance. Si bien está claro que fue extremadamente publicitado y fomentado por la industria, este fenómeno no fue solo “un globo mal inflado”[11], sino que perduró en el tiempo. Este característico baile fue la primera vía de acceso del hip hop en Argentina y proporcionó las condiciones necesarias para que luego los demás elementos se desarrollasen: rap, dj y graffiti. Muchos de los primeros b-boy de nuestro país, tiempo después, se convirtieron en raperos con notable éxito en la industria musical, el ejemplo más emblemático fue Jazzy Mel.

Conclusiones

Las diferentes fuentes hemerográficas analizadas dan cuenta de que las primeras informaciones que llegaron a la Argentina sobre el hip hop de Estados Unidos lo hicieron a través de las películas de breakdance. En este caso, las revistas y diarios desempeñaron un papel importante en este proceso. Es así como estas influenciaron a la primera generación de b-boy de nuestro país. Los diferentes medios se enfocaron en el nuevo fenómeno debido al increíble movimiento popular que produjo, ya fuera en ventas en el cine como en álbumes. El grupo etario consumidor de este nuevo baile fueron fundamentalmente jóvenes adolescentes. Las características de estas películas (Flashdance, Breakin, Breakin 2 y Beat Street) tienen como correlato principal el enfoque hacia el breakdance, obligando a los otros elementos del hip hop a pasar a un segundo plano e incluso ser omitidos. Además, los protagonistas de las películas eran bailarines, por lo tanto el interés de los primeros espectadores estuvo en el breakdance.

Es así como en las entrevistas que les realizó el diario Tiempo Argentino a algunos jóvenes que practicaban breakdance, dijeron que su máximo exponente fue Michael Jackson y hablaron de la notable influencia de las películas mencionadas. La revista Somos, por su parte, brindó información sobre de qué se trata el breakdance, sus orígenes, las películas, los movimientos particulares que realizaban e incluso contó con entrevistas tanto de practicantes locales como internacionales. La revista Pelo también dio cuenta de la notable influencia del breakdance, a pesar de tratarse de una revista orientada hacia el rock internacional y nacional, también informó sobre el fenómeno creciente.

El breakdance se expandió entre los jóvenes fomentando la aparición de la primera generación de hip hop en nuestro país. Las películas, las revistas y los diarios de la época desempeñaron un papel importante a la hora de difundir la información sobre el hip hop. Sin embargo, esta explosión mediática del baile no continuó muchos años y su aparición en las fuentes fue mermando en el tiempo. La televisión argentina también cumplió un rol importante a la hora de difundir este acrobático baile, aunque el análisis de este medio será abordado en futuros trabajos. A fines de la década de los años ochenta, una nueva rama del hip hop será la que tome relevancia dentro de los medios y de la audiencia: el rap.

Referencias bibliográficas

Biaggini, M. (2020). Rap de acá. Buenos Aires: Leviatán.

Biaggini, M. (2021). Orígenes de la práctica de rap en la República Argentina (1982-1992). Cuadernos De Investigación Musical, (12), 102-118.

Chang, J. (2017). Generación Hip-Hop. De la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap. Buenos Aires: Caja Negra.

Forman, M; Neal, M. (2004). That´s the joint!: The hip-hop studies reader. New York: Taylor & Francis Books.

Monteyne, K. (2013). Hip hop on film. Performance Culture, urban spacem and genre transformation in the 1980s. Jackson, University Press of Mississippi.

Muñoz, S. (2018). ¿Cuándo va a ‘explotar’? Sentidos y mediaciones del rap en Buenos Aires entre 1984 y el 2001. Question, 1(60), e114. https://doi.org/10.24215/16696581e114

Ralph 74 DJ. (2021). Los años dorados del hip-hop argentine 1984-1994. São Paulo: Dando a Letra.

Rodríguez, N. (2020). El inicio del hip-hop en Chile (1984-1987): la recepción y el aprendizaje de una cultura musical extranjera en tiempos de dictadura. Popular Music Research Today: Revista Online De Divulgación Musicológica, 2(2), 79–99. https://doi.org/10.14201/pmrt.24146

Tickner, A. (2006). El hip-hop como red transnacional de producción, comercialización y reapropiación cultural. Temas, 48, octubre-diciembre, pp. 97-108.

Filmografía

Firstenberg, S. (1984). Breakin II.

Lathan, S. (1984). Beat Street.

Lyne, A. (1983). Flashdance.

Silberg, J. (1984). Breakin.


[1] Según Kool Herc el término b-boy es una síntesis de “the boys that break” (Forman y Neal, p.47). 

[2] https://www.boxofficemojo.com/year/1983/?grossesOption=calendarGrosses

[3] https://www.boxofficemojo.com/year/1984/

[4] (10 de agosto de 1984). Somos, p. 71-72.

[5] (10 de agosto de 1984). Somos, p. 73.

[6] (julio de 1984), Pelo N° 217, p. 50.

[7] Por otra parte, en la edición N° 224 de octubre de 1984, en la sección cartelera de cine, informaba sobre la película Beat Street y la recomienda especialmente a los apasionados del baile y las danzas callejeras. La revista Pelo menciona que participan los grupos New York City Breakers y los Rocky Steady Crew. Dichos grupos fueron muy famosos en el mundo del breakdance en la década de los ochenta.

[8] (23 de septiembre de 1984). Tiempo Argentino, p. 8-9

[9] (10 de agosto de 1984). Somos, p. 70-74.

[10] (10 de agosto de 1984). Somos, p. 73.

[11] (Jueves 27 de septiembre de 1984). Tiempo Argentino, p. 2.

[I] Christian Nahuel Barrios: Estudiante avanzado de la Licenciatura en Historia (UNQ).