En un encuentro entre docentes e investigadores del Departamento de Ciencias Sociales y el Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes, debatimos sobre las perspectivas de la enseñanza de la Educación Alimentaria a partir de reflexiones de experiencias e investigaciones y una reseña de lo que fue la I Jornada Intercolegial de Educación Alimentaria, desarrollada en el marco del Proyecto de Extensión “Laboratorios Educativos de Agroalimentos, Ambiente, Zoonosis y Derecho a la salud” de la Universidad Nacional de Quilmes.
En este sentido, es importante mencionar que cuando hablamos de la Educación Alimentaria, hacemos referencia a una perspectiva que va más allá de los aspectos biologicistas y químicos de la alimentación, ya que, muchas veces se suele trabajar desde el aparato digestivo o el conocimiento sobre los efectos en nuestra salud de los lípidos, hidratos de carbono y proteínas sin contexto sociocultural. Lo que se busca es asociar el concepto de Seguridad Alimentaria como un saber escolar y como un hábito saludable, de forma de que el estudiantado pueda reconocer el acceso alternativo a los alimentos seguros y nutritivos considerando la salud, la nutrición, seguridad y la inocuidad, e incorporando en esta elección los aspectos económicos, sociales, culturales. Es decir, que el proyecto apunta a trabajar en ámbitos formales y no formales, la educación en seguridad alimentaria.
¿Cómo fue trabajado este concepto en la escuela en torno a la I Jornada Intercolegial de Educación Alimentaria?
En conjunto con el proyecto de extensión mencionado, se abordaron los aspectos de la seguridad alimentaria desde dos bloques. Por un lado, las enfermedades crónicas no transmisibles (EFCN) donde se trabajó el consumo responsable, la diabetes, la reformulación de productos en relación a la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable, o también conocida como la Ley de Etiquetado Frontal, el marketing y la publicidad engañosa, la cultura visual, y el rechazo y el desinterés en los sellos de advertencia. Y, por otro lado, el segundo bloque se vinculó a las enfermedades transmitidas por alimentos (ETA), asociadas a la inocuidad alimentaria. Es oportuno aclarar que se trabajó en los conocimientos previos del estudiantado, en particular, sobre la manipulación de alimentos y el asesoramiento a microemprendimientos.
Además, estos dos ejes se abordaron desde una perspectiva de investigación, es decir, las y los estudiantes tuvieron que llevar a cabo diversas indagaciones para elaborar resultados y obtener sus conclusiones de la experiencia. El trabajo en conjunto entre ETA y ECNT busca generar un intercambio completo de todos los aspectos que forman parte de la seguridad alimentaria.
¿Cuál fue el grupo de destinatarios que realizaron esta propuesta e investigación?
Se trabajó con el último año de la escuela secundaria de dos instituciones educativas de Quilmes, ambas con orientación en Ciencias Sociales. El desafío estuvo vinculado en cómo el tema impactaría en este grupo de estudiantes, ya que generalmente es abordado desde la biología y la introducción a la química (también planteado en el diseño curricular de la Provincia de Buenos Aires). Con la guía del docente Lampert, se desarrollaron actividades y técnicas de investigación grupal, apuntando a un objetivo diseñado por cada equipo. En los resultados que se compartieron en la Jornada, y a partir de las conclusiones y reflexiones arribadas, quedó demostrado la integración interdisciplinar para abordar estos temas desde una mirada crítica y social.
¿Dónde se difundieron los resultados de lo trabajado en el aula con estos grupos de estudiantes?
Se realizó esta primera Jornada Intercolegial de Educación Alimentaria, con nuestra participación como jurados. Lo interesante es que provenimos de diferentes áreas de conocimiento científico, como Ingeniería en Alimentos, la Geografía y la Biotecnología, lo que enriqueció las interacciones y devoluciones de los trabajos presentados. Además, permitió sumar distintas posturas, y dejó en evidencia uno de los principios que plantea la Ley de Educación Ambiental Integral relacionado a incorporar la transdisciplina a la hora de abordar diversos contenidos y problemáticas contemporáneas.
Entre las principales conclusiones a las que se pudo arribar, se destacaron: la necesidad de incorporar colores a los sellos de advertencia u octógonos para diferenciarlos y que no solo sean de color negro, y añadirles relieves para que puedan ser leídos por la población no vidente; mejorar la difusión de la temática y de la problemática, para salir de las fronteras de la escuela, y llegue a diversos hogares y también a la comunidad; y repensar el diseño de los envases según la cultura visual y desde la psicología del color, dado que todos estos componentes visuales constituyen formas de comunicar.
Además de esta experiencia, ¿Cómo piensan el trabajo de la Educación Alimentaria desde las ciencias sociales?
El aporte de las ciencias sociales tiene un lugar central, ya que dentro de todos los aspectos que se analizaron desde la problematización -superando la neutralidad de los contenidos a enseñar-, el proyecto tuvo un importante componente vinculado al análisis de cómo se comunica, en qué momento, y no solo desde el punto de vista de la comunicación sino de los procesos culturales que nos llevan a consumir los productos y alimentos industriales de manera “neutral” y con la imagen de confianza científica. Y en realidad, por detrás conviven situaciones de mucha complejidad que nos afectan a la salud a corto o mediano plazo, entonces las ciencias sociales ahí tienen un sentido amplio de lo que son las nuevas pautas culturales de consumo y, por otro lado, las nuevas conformaciones de hábitos cotidianos que hacen a las composiciones de las nuevas familias y la manera en que los niñas y niños entran en este proceso sin ningún tipo de opción muchas veces. Un ejemplo de promover cambios ha sido la reciente noticia en México sobre la obligación establecida a todas las escuelas primarias a no vender más alimentos conocidos como chatarra, y sean reemplazados por frutas, cereales, y otros. No es menor señalar que en Argentina, la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable también incorpora estos aspectos que apuntan a no ofrecer productos que presentan un sello de advertencia y/o leyenda precautoria. En este sentido, todos los proveedores deben ajustarse a estos criterios establecidos para la escuela primaria. Entonces, esto constituye un avance muy importante porque ahí es donde se generan los primeros hábitos y dependencias.
La investigación y análisis del estudiantado de las instituciones educativas permitió reconocer los problemas que la mala alimentación generó y genera en nuestra salud. En la experiencia se evidenció una indagación comprometida en cada equipo, con aplicación de técnicas, para no caer simplemente en una cuestión de opinión personal. El esfuerzo estuvo puesto por generar fuentes de información que les permitiera analizar las pautas que aparecían en este proyecto. Entonces el diálogo entre las ciencias (sociales y naturales) resultó sumamente importante. Sin duda, el gran desafío ahora, es preguntarnos ¿cómo aparece dentro de la enseñanza formal y no formal? Quizás es un punto sensible en la formación de nuestros docentes a los/as que debemos acompañar en su trayecto. Vemos, por ejemplo, en las instituciones de formación de maestros y profesores que trabajan todo el día, estudian de tarde/noche, y de esta manera, ellos/as mismos no tienen hábitos de alimenticios acordes a cuidar su salud alimentaria. Pero, lo que se intenta plasmar con este caso, es que muchas veces tiene que ver con las posibilidades de alimentación y costos a los que ellos/as acceden, volviéndose natural esta situación, un hábito y una naturalización de que son portadores de esas pautas de consumo. Es decir que la situación alimenticia es sumamente sensible y requiere que se aborde desde las ciencias de educación en general, ya que viene a poner el anclaje en cuestiones que son tan emergentes e importantes como el género, la identidad, la inclusión, la otredad en contextos de crisis social.
¿Y qué estamos haciendo con nuestros propios consumos de alimentación y nuestras propias pautas culturales que nos están generando una dependencia oculta no visible que tiene a corto plazo una gran cantidad de enfermedades en niños/as y adolescentes? Hoy, por cuestiones alimenticias, sin contar con datos estadísticos, los/as estudiantes con el proyecto señalaron justamente las enfermedades crónicas ligadas a la alimentación, y cómo se evidencian a temprana edad. Al reconocer el problema, es cuando surge la importancia de comunicar, no se trata solo de informar porque la gente tiene información a través de los sellos en los alimentos, pero es interesante poder tener la capacidad de discernir en nuestras decisiones, en recuperar los hábitos saludables, y esta problematización luego incorporarla a nuestras prácticas cotidianas como educativas.
Para ir cerrando, ¿qué temas sería importante incorporar para problematizar la educación alimentaria en espacios formales y no formales de enseñanza?
Retomando las conclusiones surgidas post jornada, algo a incorporar en la educación es justamente trabajar en mejorar la difusión sobre cómo manipular alimentos o qué alimentos son saludables y cuáles no, superando la observación de lo que sugiere la pirámide alimentaria y en comer saludable o no. En este sentido, recobró una gran importancia el rol de los/as estudiantes como divulgadores sociales, y además problematizar el cómo se brinda esa información. No toda la población puede elegir realmente lo que quiere comer o no, o no tienen las mismas opciones para hacerlo, entonces, enseñar desde esta perspectiva crítica y con temas que “incomodan, movilizan” puede ser la clave para generar una ciudadanía más comprometida no solo con la educación integral sino también con las prácticas cotidianas saludables.
En otras palabras, la búsqueda está en corrernos del abordaje del contenido vacío, sino llenarlo de significado y promover una enseñanza comprometida que divulgue el cómo.
A su vez, también existe una competencia cultural no menor con la publicidad, y el desafío radica en cómo problematizar lo que se consume en redes sociales, en la televisión o radio, y lo que la escuela o algún espacio de enseñanza no formal enseña. No tenemos la respuesta a ello, pero queda planteada la inquietud para seguir pensando y debatiendo sobre estos temas en nuestros espacios de interacción comunitaria.
En fin, y para cerrar con una reflexión colectiva, nos parece importante recuperar este tipo de experiencias desarrolladas en el marco de la extensión universitaria, ya que se visibilizó una problemática desde otro lugar, y reconociendo nuestras múltiples miradas sobre hábitos en apariencia neutrales. El papel que tienen los jóvenes y adolescentes como promotores de cambio es clave para pensar nuestras prácticas frente a situaciones de crisis económicas, como la falta de alimentos básicos saludables en ciertos hogares. De esta manera, la experiencia permitió poner en discusión estas problemáticas, ligadas no solo con la idea de la alimentación saludable, sino también el poder llegar a las familias a través de la escuela, introduciendo posibles rutas para prevenir enfermedades cada vez más frecuentes en nuestros hogares. En particular, y sobre todo en una situación tan compleja como la del presente, donde el Estado se corre cada vez más del rol de acompañamiento a la comunidad (con posibles alternativas sociales para afrontar la crisis), lo enriquecedor de la propuesta giró en la posibilidad de que el acompañamiento lo realice la escuela hacia una mejor calidad de vida. Todo ello lo promovió el análisis crítico realizado en torno a la Educación Alimentaria, reconociendo a su vez, la importancia de la concientización, la incorporación de la perspectiva inclusiva, y considerando los patrones de consumo de los productos alimenticios desde un análisis crítico sobre el papel de las industrias en la cultura visual generada hacia un potencial consumidor.
[I] Damián Alberto Lampert: Doctor en Ciencia y Tecnología (UNQ). Ingeniero en Alimentos (UNQ). Diplomado Superior en Enseñanza de las Ciencias Sociales y la Historia (FLACSO). Integrante del Grupo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias (GIECIEN-UNQ). Director del Proyecto de Extensión “CienciAs: Territorios Hidrosociales y Educación” (UNQ).
[II] Ludmila Cortizas: Magíster en Políticas de Desarrollo (UNLP). Licenciada y Profesora de Geografía (UNLP). Docente e investigadora en UNQ y FaHCE-UNLP. Integrante del Grupo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias (GIECIEN-UNQ). Codirectora del Proyecto de Investigación «Territorios fragmentados: creencias y valoraciones culturales de la naturaleza» (UNQ).
[III] Cristina Carballo: Doctora en Geografía (Université du Maine, Francia). Magister en Políticas Ambientales y Territoriales (UBA). Profesora de Geografia (UBA). Docente e investigadora en UNQ. Directora del Proyecto de Investigación «Territorios fragmentados: creencias y valoraciones culturales de la naturaleza» (UNQ).
[IV] Romina Fernández Varela: Licenciada en Biotecnología (UNQ). Doctora en Ciencia y Tecnología (UNQ). Integrante del Grupo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias (GIECIEN-UNQ).
